
Las emociones y el juego creador se convierten en los protagonistas de este álbum, siendo el encargado de expresarlo el lápiz de color, el de los trabajos escolares, aquel del que no esperamos grandes proezas por estar siempre a nuestro alcance. Sin embargo, el lápiz de Jutta Bauer nos introduce en un mundo de sensaciones donde dejarse envolver por el azul, cabalgar a lomos del rojo o pelear con el amarillo para llegar al caos (que no podía ser otro que un color gris-verdoso que nos recuerda al resultado de mezclar toda la plastilina y que tanto nos desazona). Los colores seducen, dominan y plantan cara a su creadora -a su reina- hasta hacerla llorar.