Un cuento lleno de lobos

Un cuento lleno de lobosRoberto Aliaga
Ilustraciones de Roger Olmos
Pontevedra: OQO Editora, 2010

Verdaderamente este cuento está lleno de lobos, de eso no cabe duda. De todos los tamaños, formas, colores y… materiales: ¡hay hasta lobos de piedra o de metal! Y están todos encerrados dentro de este libro, deseando encontrar algo de comida para Lobo Tragón, que está tan hambriento que se comería hasta las palabras de su propia historia… si no fuera porque las letras están duras y saben a pintura, claro.

En este original cuento lleno de diminutos y lobeznos detalles por todas partes, se fusionan texto e imágenes como en pocos álbumes ilustrados ocurre, ya que uno forma parte del otro de tal manera que es muy difícil determinar qué fue primero.

Ya ha quedado ampliamente demostrado con numerosas publicaciones conjuntas que el binomio Aliaga-Olmos funciona a la perfección, como una sola mente (El príncipe de los enredos, colección Entre sombras, Superhéroes…). Pero quizá es en este álbum donde demuestran una conexión única a la hora de concebir un proyecto conjunto: las palabras se meten en los dibujos (los números de página lo forman las propias ilustraciones, por ejemplo) y las ilustraciones entran dentro de los párrafos como si de una frase más se tratara, por lo que aislar uno de otro solo podría dar como resultado una historia con huecos en blanco e ilustraciones incompletas.

En Un cuento lleno de lobos el lector (incluso el lector-adulto) se involucra en su lectura hasta extremos insospechados y se convierte en parte activa y necesaria de la historia. Las ilustraciones de Roger Olmos tienen una presencia contundente en la página con un colorido asombroso, una variada gama de personajes entrañables, variaciones de perspectiva y minúsculos detalles adornando cada página. Por otro lado, la estructura repetitiva de los textos, casi como el estribillo de una canción, lo convierte en un cuento ideal para leer con los más pequeños, haciéndoles partícipes de la historia incluso cuando todavía no sean capaces de leerla por sí mismos sin la ayuda de un adulto, convirtiéndose en un lobo más en un cuento lleno de ellos; un cuento en el que además el lobo, para variar, no es el «malo de la película», lo que supone una alternativa refrescante a cuentos más tradicionales.

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