Todo un mundo

Katy Coupry / Antonin Louchard
Madrid: Anaya, 2003

Pedigree:

La obra ha obtenido, entre otros, los siguientes premios:

-Premio SORCIÉRES 2000, otorgado por los libreros y bibliotecarios de Francia
-Premio Octogone 2000, otorgado por el Centre International d”Átudes en Litterature Jeunesse
-Premio Frankfurt 2002 del libro infantil
-Mención de honor 2002 del Ibby

Contenido:

Concebido como un álbum para niños entre 0 y 6 años, esta obra podría catalogarse estrictamente como “un libro de imágenes”. Lo es. Contiene más de doscientas cincuenta, realizadas con una gran versatilidad de técnicas y encuadres.

Pero es también mucho más. Basada en aquel juego de enhebrar palabras a partir de la última sílaba, tan apreciado por la infancia (vaca…/capa…/pato…/toro…/rosario…) los autores se entregaron al fascinante juego de enlazar imágenes, basándose en el fenómeno de la asociación de ideas y sensaciones más que en la asociación fonética (que en el mundo visual resulta poco menos que imposible). Y lograron dar así la vuelta al mundo, tanto en el sentido real -proponiendo un recorrido visual por el mundo que nos rodea-, como en el sentido metafórico, haciendo que el concepto mundial de lectura diera un vuelco.

Si el fenómeno de la lectura debe entenderse como “la interpretación de los signos”, el hallazgo consiste en ultrapasar la barrera de los signos alfabéticos, propiciando la lectura de todas las demás castas de signos visuales de representación. La mente del jovencísimo lector puede no estar adiestrada en la interpretación de los signos alfabéticos, pero lo está, y de qué manera, para practicar la asociación de ideas, sensaciones y conceptos.

Auspiciando el potencial de la inteligencia emocional, el libro propone lecturas visuales tan interesantes como las de la siguiente retahíla de imágenes: vaca/prado/hierba/barba/ hierba segada/ barba mal rasurada/ cactus/monstruo erizado… etc.

Valoración:

Creemos firmemente que con esta publicación tenemos a nuestro alcance un libro fundamental para adentrarnos en la auténtica esencia de la lectura, entendida ya no como el vehículo que permite conocer el argumento de una historia, sino como la proyección de nosotros mismos en la refracción de las páginas de un libro. Esto es leer y por ahí se empieza.

Desde que Comenius, en 1658, reclamó la necesidad de que los niños tuviesen imágenes en sus abecedarios y puso a su alcance el Orbis Pictus hasta este libro -que de algún modo remeda el título del sufrido maestro de Bohemia- el mundo de los abecedarios infantiles ha fluido como un río que tenía como objetivo desembocar en el mar de la literatura textual. El siglo XX, sin embargo, propició a la humanidad nuevos modos y soportes de transmitirse mensajes. La cultura de la imagen tomó el relevo de la erudición libresca. Al verbo leer se le impusieron nuevas acepciones, de entre las cuales la que se basa en el lenguaje visual, andaba -y anda- corta de aprendizajes y herramientas. Hasta que esta obra que no mide ni un palmo cuadrado vio la luz.

Así pues, el siglo que acaba de empezar, con esa cultura que, a falta de mejor definición, aún llamamos postmoderna, inicia su andadura con buen pié en la órbita del aprendizaje lector. ¡Ojalá que a ninguno de los que van a ser los lectores del siglo XXI les falte en su infancia este libro!

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