“Medio-hombre”: cuando nada era sino oralidad

Ferran Reno
Barcelona: La Galera, 2008

El tiempo de la oralidad suspende el tiempo de la historia, el que transcurre minuto a minuto, maquinal, sin concesiones. El tiempo de la oralidad es tiempo suspendido, anclado en el fluir de las palabras dichas y oídas, las palabras significativas que hablan a la memoria, que narran emociones y comparten experiencias. El tiempo de la oralidad es aquél en el que todo es posible-hoy-siempre-todavía, tiempo de infancia –“ancho, largo y profundo”, dijo Saramago en La flor más grande del mundo–, de libertad e investigación, de fulgor en la mirada y corazón desbocado. El tiempo de la oralidad, aquél en el que no hay (ni había) audiovisual, en el que no hay (ni había) escrituras, en el que hay (y había) voz y escucha, diálogos, miradas, quizá piel.

A ese tiempo retiró su imaginación Ferran Renau (Castellón, 1945) para escribir la novela Medio-hombre (La Galera, 2008), una de las que he leído a lo largo de estos últimos años, publicadas en colecciones para jóvenes, que más intensamente ha dejado grabada una huella en mi recuerdo por su capacidad para configurar un mundo y sus sentidos por encima de cualquier referencia a los hábitos de la contemporaneidad, a las técnicas de la modernidad, a los signos de las culturas letradas. En esta novela de iniciación, el autor transporta a los lectores –sin trucos ni efectismos, cultivando el fluir del tiempo narrativo y sus aconteceres, con atrayente parsimonia–, a una época donde no existen los metales, tampoco, por supuesto, los alfabetos y sí la alfarería, la pesca o la música, a una comunidad de cazadores-ganaderos cuya estructura parental es el clan matriarcal, a una época y una comunidad regidas por la palabra ritualizada, por el saber antiguo transmitido oralmente de generación en generación, respetado e imprescindible para garantizar la supervivencia.

La inmersión es completa, la sensación totalizadora. Entregados a la comprensión holística de una vida humana sin apenas tecnologías y estrechamente vinculada a la naturaleza del entorno, los lectores cedemos nuestra voluntad a la verosimilitud que teje el autor, para participar del aprendizaje vital del protagonista que llegará a ser hombre insigne para su pueblo, encarnación y protector del alma de la colectividad.

Una lectura que trae consigo un auténtico viaje en el tiempo y hacia el contacto con la sabiduría que trata con respecto los materiales de la tierra, con reverencia los espíritus de animales y plantas, con elocuencia el conocimiento acumulado, el legado de quienes precedieron al presente. Una estupenda oportunidad para reconocer y disfrutar el valor literario de una narración honda y singular publicada en una colección de LIJ.

Luis Arizaleta
l.arizaleta@firaeducacion.com

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