Los niños valientes

Los niños valientes (Fermín Solís)Fermín Solís
Almería: Libre Albedrío, 2015

El ilustrador y dibujante de cómics Fermín Solís nos presenta un peculiar abecedario, que recuerda bastante en su planteamiento a Los pequeños macabros de Gorey, aunque con mucha menor carga de sadismo, y en un tono más desenfadado. Letra a letra, los veintisiete niños protagonistas de este libro se enfrentan sin ningún miedo a las actividades más peligrosas: pasear en cocodrilo, perseguir abejas, meter pirañas en el gazpacho o bañarse en una olla al fuego. Junto a estas, otras menos peligrosas, pero igualmente atrevidas, como pueden ser lamer un calcetín, darle la vuelta a una tortilla o cazar ratas.

Mientras en el abecedario de Gorey observábamos a los pobres niños (que más que valientes, parecían desvalidos) abocados una muerte segura consumidos por las llamas, con un hacha clavada en el pecho o a punto de ser devorados por unos osos, en este libro de Solís el desenlace queda en manos de la imaginación del lector. Inmaculada, por ejemplo, “estrenó bañador en plena nevada”. Hay quien pueda pensar que podría morir congelada, pero la cara de felicidad de la niña no parece presagiar nada terrible. Violeta, por otra parte, “hacía puenting con su coleta”. Esta vez las consecuencias trágicas pueden estar más que garantizadas, pero el caso de Mariano, “que asustó a un marciano”, tiene un final algo más abierto, así como el de Ulises, “que viajó por varios países”.

Comparando ambos libros, resulta curioso cómo con los mismos elementos pueden conseguirse efectos totalmente diferentes, aunque es evidente que el estilo gráfico de ambos ayuda también a inclinar la balanza del lado dramático o cómico. En Gorey, por ejemplo, encontramos a Xerxes, “devorado por los ratones”, a Una, “que se fue por un sumidero” y a Ernest, “atragantado con un melocotón”. Solís, por su parte, nos presenta a Gabriel, “que cazó una rata en un hotel”, a Ñete, “que buceaba en un retrete”, y a Sofía, “que se comió sin pelar una sandía”.

Un libro divertido y que puede dar mucho juego, no solo por las divertidas situaciones que se plantean, y que sin duda harán reír a los lectores, sino porque puede dar pie a que imaginemos las consecuencias de cada uno de los actos de valentía. Quizá los adultos comprobemos que somos más pesimistas que los niños a la hora de prever lo que sucederá, quién sabe.

Los niños valientes (Fermín Solís)

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