Ana María Matute
Ilustraciones de Javier Olivares
Ediciones Media Vaca, 2000

La editorial Media Vaca nos ofrece otro libro para rumiantes. Como ya viene siendo habitual, esta editorial apuesta por el riesgo, la audacia y el buen hacer.

El libro se nos anuncia, por medio de una faja roja que rodea el libro como “este no es un libro para niños” y que nosotros podríamos añadir: “este no es un libro para niños….. tontos”.

La Media Vaca ha sabido ver, con absoluta claridad, la multitud de puntos de encuentro que existen entre la obra del dibujante Javier Olivares (al que pertenecen las ilustraciones del libro) y el texto de Ana María Matute en “Los niños tontos”.

“Los niños tontos” consiste en una recopilación de 21 cuentos, que se publicaron por primera vez en 1956. Son breves narraciones que versan sobre niños llenas de crueldad y dramatismo. Resultan en su conjunto sobrecogedoras por su distanciamiento llenas de una sutil belleza sin caer en ningún momento en concesiones tierno-cursis que lo empañarían. En este sentido J. Olivares está al quite y machaca los ojos generando un espacio propio en el que podemos desarrollar toda nuestra inquietud y desaliento.

Las ilustraciones de este libro son a doble página, a tres colores, a sangre, en un total de 21 (respondiendo a cada uno de los 21 cuentos). Desde un punto de vista iconográfico la cosa se complica ostensiblemente.

Los elementos formales con los que Olivares desarrolla su particular mundo son luz y composición.

LUZ: la Media Vaca propone al ilustrador trabajar en sus libros con dos tintas. Generalmente se escoge la tinta negra para definir formas (para dibujar) y una segunda tinta adicional como choque plástico. Sin embargo en “Los niños tontos” tenemos la sensación de estar viendo tres tintas. Javier consigue con acierto que el color blanco del papel no sea pasivo, sino que se integre al conjunto de un modo expresivo. Las imágenes están bañadas, en su totalidad, por un azul oscuro que da sensación de penumbra, exceptuando pequeñas reservas del blanco del papel que dan el efecto de brillos y luces.

En el momento de elegir un escenario en el que mover sus personajes Javier siempre elegirá los que están en penumbra con atmósferas opresivas e inquietantes. La presencia de la luz le sirve para justificar estas sombras y no como una metáfora de esperanza. Es aquí donde Matute y Olivares se encuentran porque en el mundo de ambos no ha lugar a la esperanza, aunque tampoco lo hay al desánimo. Más bien parecen invitarnos a encontrar la belleza en ese mundo enrarecido, porque la hay a raudales.

COMPOSICIóN: si la línea horizontal simboliza neutralidad y equilibrio, las composiciones de las ilustraciones de este libro se caracterizan por lo contrario. Son composiciones asimétricas, llenas de líneas diagonales, en forma de V o de A y dando siempre sensación de desequilibrio. En palabras de Olivares: “el desequilibrio gráfico equivale al desequilibrio psíquico de los personajes”. Si la dificultad de ilustrar este libro residía en transmitir la tensión y desasosiego de los protagonistas, Javier ha elegido los medios más acertados consiguiendo los resultados más sorprendentes.

Javier Olivares realiza en “Los niños tontos” imágenes arriesgadas y comprometidas, consiguiendo un activo protagonismo en el resultado de este libro. Por medio de la luz y la composición se hace cómplice de estos niños marginados y desterrados del imaginario feliz que solemos atribuir a la infancia. Personajes que se ocultan detrás de las sombras, o que se tapan el rostro, como avergonzados de sí mismos e invitándonos a que nosotros pongamos en ellos el nuestro.

En definitiva “Los niños tontos” es un libro anguloso, una flor rara y exquisita en un panorama editorial aún más raro aunque, sin duda, menos anguloso y exquisito.

Libro para rumiantes con digestión lenta.