Los caminos de Wonderland

Alicia y la Reina Roja. Ilustración de John Tenniel (1871).

Alicia y la Reina Roja. Ilustración de John Tenniel (1871)

«Alice attended to all these directions, and explained, as well as she could, that she had lost her way.
“I don´t know what you mean by your way,” said the Queen: “all the ways about here belong to me”».
(Trough the looking-glass and what Alice found there)

«Alicia cumplió todas estas instrucciones, y explicó lo mejor que pudo que se había extraviado en su camino.
—No sé qué quieres decir con eso de tu camino —dijo la Reina—; todos los caminos que hay aquí son míos».
(A través del espejo y lo que Alicia encontró allí)

Han pasado ciento cincuenta años desde que Charles Lutwidge Dodgson, bajo el seudónimo de Lewis Carroll, publicara Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas. Siglo y medio (seis años menos en el caso de su segunda parte), tiempo más que suficiente para dejar claro que la Reina Roja se equivocaba: los caminos de Wonderland no son suyos, sino nuestros, de los lectores.

Alicia tuvo dos formas de entrar en el País de las Maravillas, una madriguera de conejo y un espejo, pero, para el resto, los caminos que llevan a Wonderland y recorren ese mundo son muchos y diversos. Y los caminos que salen del País de las Maravillas y se introducen en nuestra realidad no solo son igualmente múltiples y variados, sino que, como no podía ser de otra forma, están cargados de sinsentido.

¿Cómo nosotros, viajeros hispanohablantes por estos mundos de la literatura, conocimos el País de las Maravillas? ¿De la mano y la pluma de Lewis Carroll? Quizá sería más acertado decir que en algún momento contratamos algún tour en su compañía de viajes, Carroll & Co.

La cita que encabeza este artículo y el juego de palabras que encierra funciona, como todas las citas de Carroll, mejor en el idioma original (“she had lost her way”). Pero para los no angloparlantes, no es el inglés el primero de los caminos que nos ha llevado a la tierra del Conejo Blanco. Los primeros caminos utilizados son, como en tantas otras ocasiones, las traducciones. Muchos expertos en la obra de Carroll consideran que Alice’s Adventures in Wonderland es intraducible. Que uno de los textos más traducidos de la literatura universal sea justamente una obra intraducible resultaría sorprendente si no estuviéramos hablando de Carroll, en cuyo caso lo sorprendente siempre es no encontrar datos que nos sorprendan.

The Nursery Alice

Ilustración de John Tenniel, coloreada por Emily Gertrude Thomson, para “The Nursery Alice” (1890)

Las primeras lecturas que hacemos de Carroll son sus traducciones y, a menudo, sus adaptaciones (conviene recordar que el propio Carroll adaptó su obra para un lector más infantil en The Nursery Alice, que ahora publica Edelvives con el título Alicia para los pequeños). Un lector infantil puede hoy en día dar su primer paseo por Wonderland a través de una versión no solo traducida, sino adaptada y reducida, y con un acompañamiento gráfico diferente al de la edición que consideramos clásica, con las ilustraciones de John Tenniel.

Para muchos, entre los que me incluyo, el texto de Carroll resulta inseparable de las carismáticas ilustraciones de John Tenniel. Pero teniendo en cuenta que Alicia en el País de las Maravillas es una de las obras literarias que más versiones ilustradas ha suscitado, esa consideración de inseparable sería similar a la anterior de intraducible, lo que me acercaría a ese grupo de expertos que yo mismo he cuestionado (razón suficiente para que ustedes abandonen ahora mismo la lectura de este extenso artículo y dediquen su tiempo a algo más sensato).

Los tours que en estos 150 años nos ha ofrecido la agencia de viajes Carroll & Co no son solo literarios. En una mezcla de petulancia y librocentrismo, los amantes de la obra de Charles L. Dodgson solemos caer en dos lugares comunes: uno, mencionar en cuanto tenemos oportunidad el nombre original del escritor; y dos, asumir que nuestro primer contacto con el País de las Maravillas fue a través de un libro. Dos deslices que yo mismo he cometido (en lo que sería una segunda buena razón para abandonar este artículo).

El País de las Maravillas generó desde un primer momento toda una serie de objetos, lo que hoy calificaríamos de merchandising, mercado en el que también se sumergió el autor, quien inventó The Wonderland Postage-Stamp Case, una deliciosa cartera para guardar sellos de diferentes valores.

The Wonderland Postage-Stamp Case

The Wonderland Postage-Stamp Case (1890)

Los dos libros de Alicia se convirtieron en fuente de citas y expresiones, introduciéndose en las conversaciones, en la narración oral, fueron rápidamente adaptados al teatro, al relato radiofónico y, pronto, en 1903, tan solo ocho años después de que los hermanos Lumière presentaran su invento, llegaron al cine.

El cine (hoy en día “el medio audiovisual”, o de manera más sencilla, “las pantallas”) ha sido y es la primera forma en la que muchos recorren los caminos de Wonderland. Son numerosas las adaptaciones cinematográficas y televisivas del País de las Maravillas, a menudo mezclando elementos de ambos libros. La muy criticada adaptación de Disney estrenada en 1951 ha sido durante décadas, quizá hasta la llegada de la versión de Tim Burton (también de Disney), el primer acercamiento de muchos al mundo creado por Carroll. Esta versión sin duda edulcorada, que en castellano tiene un doblaje chirriante, sigue, a pesar del paso de los años, conectando con el público infantil y trasmitiendo, pese a sus detractores, la esencia de Wonderland, sobre todo en dos de sus secuencias: el encuentro con la oruga azul y la “merienda de locos” con la Liebre de Marzo, el Lirón y el Sombrerero. Esta última secuencia ha conseguido que generación tras generación nos felicitemos el no-cumpleaños (por cierto, felicitaciones a todo aquel que no haya nacido hoy).

Es evidente que la potencia comercial de la productora Disney ha ayudado a sus versiones. Pero no solo en eso se basa su éxito. En 1933, a raíz del centenario del nacimiento de Carroll que se había celebrado un año antes, la Paramount rodó una superproducción que incluía a Cary Grant como la Falsa Tortuga y a Gary Cooper como el Caballero Blanco. Una película que fue pronto olvidada.

Cary Grant junto a su disfraz de Falsa Tortuga

Cary Grant junto a su disfraz de Falsa Tortuga (1933)

De igual manera que hay caminos que conducen y recorren Wonderland, hay otros que salen de allí, expandiendo el País de las Maravillas. A veces, los caminos son no solo literarios, sino literales. Como las rutas que se pueden hacer en Inglaterra, especialmente en Oxford, en torno a la obra de Carroll. Así, se puede visitar el college Christ Church donde estudió y trabajó Carroll y donde conoció a las hermanas Liddell, contemplar al dodo reconstruido y disecado del Museo de Historia Natural, entrar en Alice`s Shop, el comercio que inspiró la tienda de la vieja Oveja, y, según el nivel de credulidad de cada uno, visitar el exacto lugar donde Carroll contó por primera vez su historia a las hermanas e incluso buscar el punto donde estaría la entrada al País de las Maravillas.

Las lugares de Lewis Carroll

Las lugares de Lewis Carroll (Ilustraciones de Sue Harrison. Reynard Cards)

Los caminos que vienen de Wonderland llevan consigo una inevitable dosis de sinsentido y locura. Esto atañe, por supuesto, al propio autor, sobre el que existen las más disparatadas teorías. Por ejemplo, existe una teoría que afirma que Lewis Carroll fue nada menos que Jack el Destripador. Por otro lado, Ramon Buckley, en el apéndice a su traducción de los libros de Alicia, recoge la anécdota de cómo, tras ser analizado el texto por una computadora y cotejado con otros de la época, un estudio arrojó como resultado que la auténtica autora del Alicia en el País de las Maravillas no era otra que la reina Victoria. Si admitimos ambas teorías como ciertas, tendríamos como resultado un extraño cambio de autoría: Carroll perdería su sitio en la historia de la literatura, pero seguiría siendo autor, no de textos, sino de los más macabros asesinatos victorianos.

The Straits Times, 1931

The Straits Times, 1931

En la fase de investigación documental para el libro Prohibido leer a Lewis Carroll (autopromoción, la razón definitiva para abandonar este artículo), me encontré con la noticia original que informaba de la prohibición en China de Alicia en el País de las Maravillas. Fue publicada en 1931 en The Straits Times, un diario de Singapur fundado en 1845 y dirigido a la colonia británica en tierras asiáticas. La noticia se puede consultar en su hemeroteca. A pesar de ser un libro intraducible, a esas alturas ya había sido traducido en casi todo el mundo, China incluida. Los caminos de Wonderland habían llegado hasta la provincia de Hunan, donde su gobernador, el general Ho Chien, decidió prohibir la obra. Es interesante la razón de la prohibición: en una cultura con una tradición del cuento fantástico tan rica como la china, el general prohibía el libro de Carroll porque había animales que hablaban. Y lo que es más, aparecían animales que hablaban con personas, lo cual resultaba insultante y un peligro para los niños.

No fue un fenómeno solo chino, ni un aislado capricho del general Ho Chien. Esa misma razón fue el argumento para que Alicia y otros textos como Winnie the Pooh fueran censurados en diversas ciudades norteamericanas. Los animales hablaban. Y eso no se podía permitir. Este argumento no fue el único esgrimido para prohibir los libros de Carroll. Pero, a pesar de las diversas prohibiciones, estas cumplieron su objetivo solo de forma temporal.

Los caminos de Wonderland avanzaban imparables. La misma Alice Liddell fue testigo y víctima de ello. Se ha escrito, y mucho, sobre la relación entre la niña Alice y Charles L. Dodgson, el diácono y fotógrafo. Alice sobrellevó además otra relación, la que tuvo con Lewis Carroll, el escritor, y su mundo Wonderland. Los caminos de Wonderland no son de la Reina Roja, pero tampoco de Alice, ni siquiera del propio Carroll. Ambos, el escritor y la musa, intentaron poner distancia entre ellos y la obra. Dodgson llegó a afirmar que las dos cosas que más odiaba era que le sacasen un diente y que un extraño le hablara de sus libros [1]. Alice Liddell intentó durante mucho tiempo alejarse de la fama que la obra le proporcionaba, y cuando pasó por apuros económicos vendió el manuscrito original que Carroll le regaló. Alice y Dodgson volvieron a verse al cabo de los años, y al parecer tuvieron una reunión civilizada, educada, llena de fría cordialidad. Lejos de los caminos de Wonderland. Las reuniones en el País de las Maravillas, como bien nos enseñó el Sombrerero, no son civilizadas, tranquilas y cordiales.

Alice Liddell (Lewis Carroll, 1860)

Alice Liddell (Lewis Carroll, 1860)

A pesar de las prohibiciones, los lectores viajaban a Wonderland, y el sinsentido del País de las Maravillas triunfaba allá donde era leído. Alice Liddell tuvo que aprender a convivir con la Alicia de ficción con quien todo el mundo la relacionaba. Para colmo, John Tenniel (a sugerencia de Carroll) se inspiró en otra niña para dibujar a Alicia. El ilustrador creó un estándar de Alicia, que perpetuaron las adaptaciones cinematográficas, pero Alice Liddell nunca fue esa niña de cabeza grande y larga melena de un intenso color rubio. Un sinsentido más para Alice.

En 1932, en la universidad de Columbia, se realizó un homenaje a la anciana en su ochenta cumpleaños. El homenaje fue recreado en una película, Dreamchild [2], poco conocida salvo para los seguidores del mundo de Carroll (no es una cinta que destaque por su calidad, pero merece una oportunidad solo por los breves minutos en los que Jim Henson dotó de vida a algunos personajes del País de las Maravillas). Ese homenaje en Nueva York, como nuestros lectores saben, fue el que elegimos recrear Raúl Sagospe y yo en uno de nuestros libros y combinarlo con una de las más estimulantes encrucijadas de la historia de la literatura: aquella en la que se cruzaron los caminos de Wonderland y Neverland. La anciana señora Liddell como representante del País de las Maravillas y Peter Llewelyn Davies como embajador de Nuncajamás. Peter Davies fue uno de los hermanos que inspiraron a James M. Barrie el personaje de Peter Pan, y el que quedó, quizá por la coincidencia de nombre, marcado al igual que Alice Liddell como la encarnación en el mundo real de un personaje literario.

Pese a que muchos artículos hacen referencia al encuentro entre Alice Liddell y Peter Davies que nosotros ficcionamos en nuestro libro, esa posible conversación en la Universidad de Columbia permanece de momento en el territorio de la ficción. Existe un encuentro documentado entre ambas personas, devenidas en personajes. A raíz del homenaje recibido en Nueva York (y, en la ficción, a raíz del encuentro que nosotros narramos en nuestro libro), se realizó un acto en Inglaterra, en una librería, la Bumpus Store, una tienda fundada por los hermanos Bumpus en 1790 y ubicada en la céntrica Oxford Street [3].

Allí se reunieron Alice Liddell y Peter Davies, en un encuentro que también ha sido llevado a la ficción, en este caso teatral, Peter and Alice, un texto del guionista y dramaturgo John Logan [4]. La adaptación teatral de ese encuentro ha gozado de gran éxito y ha sido interpretada por autores de la talla de la oscarizada Judi Dench en el papel de la señora Liddell y Ben Whishaw en el papel de Peter Davies.

Judi Dench y Ben Whishaw interpretando Peter and Alice (2013)

Judi Dench y Ben Whishaw interpretando “Peter and Alice” (2013)

Los caminos salen y entran de Wonderland, 150 años después. Lewis Carroll creó un texto lleno de una imaginación literalmente desbordante, ya que desborda sus fronteras; dos libros a los que los lectores nos acercamos con complicidad y una sana falta de respeto que los mantiene vivos, pues casi cada día (como recogen incansables lugares como www.lewiscarroll.org) hay alguien que decide aportar su ilustración, su interpretación, su ampliación, reducción, traducción y cualquier tipo de insensata creación que bifurca en dos uno de los múltiples caminos del País de las Maravillas y extiende su inolvidable insensatez.

Si, en contra de lo que dicta el sentido común, han perseverado ustedes en la lectura de este artículo y llegado hasta este su último párrafo, solo queda apelar a ese gusto por el sinsentido del que ya han hecho gala y pedirles que consideren este texto como un camino más de esos muchos que llevan a Wonderland. Utilícenlo para llegar hasta la edición de Alicia en el País de la Maravillas y A través del espejo… que tengan más a mano, y demuestren a la Reina Roja, una vez más, quiénes son los auténticos dueños de los que ella considera sus caminos.

Bibliografía

  • Carroll, Lewis. The Complete Illustrated Works of Lewis Carroll. Nueva York: Avenel Books, 1982.
  • Carroll, Lewis. Las aventuras de Alicia. Buckley, Ramón (trad.). Madrid: Anaya, 1984.
  • Carroll, Lewis. Alicia anotada. Gardner, Martin (ed.). Torres Oliver, Francisco (trad). Madrid: Akal, 1984.
  • Carroll, Lewis. Alicia para niños. Armiño, Mauro (trad). Madrid: Edaf, 2008.

Notas

[1] Pron, Patricio. El libro tachado. Madrid: Turner, 2014, citando a: Mullan, John. Anonimity: A secret history of English literature. Londres: Faber & Faber, 2007.
[2] Dreamchild. Dir. Gavin Millar. PfH Ltd.-Thorn EMI, 1985.
[3] Gordon, Colin. Beyond the Looking Glass: Reflections of Alice and Her Family. Londres: Hodder and Stoughton, 1982.
[4] Logan, John. Peter and Alice. Texto estrenado el 25 de marzo de 2013 en el Noël Coward Theatre, Londres.

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