La leyenda de taita Osongo

Joel Franz Rosell
Ilustraciones de Ajubel
México: Fondo de Cultura Económica, 2006

En su reciente selección de los 100 mejores libros del año, el Banco del libro, reputado centro de documentación y promoción del libro y la lectura en América Latina, ha incluido La leyenda de taita Osongo de Joel Franz Rosell. Residente en París, el autor cubano estrenó este libro en francés. Dos años después la publicó en castellano el Fondo de Cultura Económica y al año siguiente fue traducida en Brasil.

Rosell combina una vez más realidad y fantasía, pero esta vez con un marco histórico preciso: el de la esclavitud de africanos en las plantacionea americanas. No nos cuenta la Historia, sino una historia: la del imposible amor entre Leonel, un joven esclavo, y Alma, la hija del temible traficante de esclavos Severo Blanco. Pero también, como lo indica el título, es la historia del abuelo del muchacho: taita Osongo, antiguo rey africano y esclavo cimarrón, quien utiliza la magia para luchar por la libertad de los suyos.

No sé si hay muchas novelas juveniles sobre la esclavitud en América. Esclavos hubo en las colonias españolas, inglesas, francesas y holandesas, y también en naciones independientes como Estados Unidos y Brasil (por solo hablar del hemisferio occidental). Pero entre las que he leído, nunca lo literario supera tanto la intención de informar o denunciar el destierro y explotación de millones de africanos durante los siglos XVII, XVIII y XIX.

Contrariamente a lo que puede hacer pensar el término “leyenda” incluido en el título, la trama no se basa en tradición africana o cubana alguna. Es un relato original que se inscribe en la moderna literatura cubana. El autor ha declarado haber reinventado la historia de su propia familia, que incluye ancestros africanos, españoles y aborígenes, y haber aprovechado su estado de ánimo durante una experiencia amorosa contrariada (no revela las circuntancias precisas, pero ¿acaso es importante cuando de analizar un libro se trata?).

Al margen de las fuentes históricas, familiares y personales, Rosell dice haberse alimentado en fuentes literarias cubanas, de Europa Occidental y hasta de Rusia. Entre los maestros cubanos a quienes rinde visiblemente homenaje están Nicolás Guillén, cuyo segundo libro de versos afrocubanos, Sóngoro Cosongo, da nombre al país imaginario del cual es rey Taita Osongo, y Lino Novás Calvo, cuya novela Pedro Blanco el negrero le inspiró el nombre de su anti-héroe: Severo Blanco. Solo un buen conocedor de la literatura cubana, entre los cuales no me cuento, detectaría otra referencia: Rosell declara haber citado casi textualmente una situación de uno de los cuentos de su compatriota Onelio Jorge Cardoso.

En lo formal, la novela también mezcla esencias diversas: algunas proceden de la leyenda, género de nuestra tradición greco-latina, pero para la estructura declara el autor haber recurrido a un cuento tradicional ruso: la fuga de Alma y Leonel está dividida en pequeños episodios en que aparecen y desaparecen los sirvientes mágicos de Taita Osongo. Si Rosell hubiera leído atentamente a Propp hubiera encontrado allí la descripción de modelos como el que ha utilizado en esa parte de su relato.

La leyenda de taita Osongo no es una novela histórica y mucho menos un relato servilmente puesto al servicio de los “valores transversales”. Es una corta e intensa novela de aventura, magia y amor que explota hábilmente la experiencia estética que ofrece a sus lectores, para facilitarles una apropiación afectiva de problemas como el racismo, la emigración africana, la pobreza del tercer mundo o las esclavitudes modernas. Todos esos temas, unos más contemporáneos que otros, están interrelacionados.

Después de vivir las 70 jugosas páginas de esta novela, nuestros jóvenes no podrán mirar nuevamente las múltiples formas de la injusticia como una cosa remota o exótica.

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