“La ciudad feliz”, la incertidumbre de la adolescencia

Elvira Navarro
Barcelona: Mondadori, 2009

En diciembre de 2009, nada más publicarse La ciudad feliz (Premio Jaén 2009), el escritor y profesor de letras Recaredo Veredas dijo de ella en ABC: “…una escritura expresiva y carnal, nunca barroca, que emociona e inquieta desde territorios cercanos a la frialdad… descripciones precisas y de asombrosa limpieza, tanto de espacios como de personajes o sentimientos… virtudes difíciles de encontrar en la literatura española…”

Dicho está y, respecto al lenguaje, este humilde recomendador de lecturas poco podrá añadir a tan elogioso –y ajustado– comentario. En cuanto al argumento, sí diré que la novela se estructura en dos puntos de vista complementarios para narrar experiencias de vida de niños que se asoman a la adolescencia, de unos 12 años de edad: en la primera parte, más externa, proactiva, la mirada se centra en los interminables quehaceres de una familia china que abre una casa de comidas en un barrio de una ciudad española, vista a través de los ojos de uno de sus miembros, un chaval entre dos mundos culturales, que trata de ubicarse en el entorno, de orientarse en sus códigos y modos de relación, y de adivinar el rumbo del futuro; y en la segunda parte, de voz más interior, autoreflexiva, es una niña que vive en ese barrio y que se cruza frecuentemente con ese chico chino, el de la casa de comidas, quien se enfrenta a su propio tránsito vital, sus temores y ensoñaciones, proyectándolos en el personaje de un vagabundo y sus andanzas.

Adolescentes que no protagonizan ritos satánicos, ni amores perturbados por el mordisco vampírico, ni aventuras imposibles en galaxias estratosféricas. Chicos en una calle contemporánea, ahí, a la vuelta de la esquina, en pos de quienes ellos mismos son, del significado de sus existencias, narrados por una voz que no es complaciente ni retórica, ni sensiblera ni enfática: voz entre distanciada y compasiva (en el mejor sentido de la palabra) que da lugar a los otros para contarse y señala el cariz de la incertidumbre.

Niños que penetran en la pubertad narrados por una autora joven (Huelva, 1978) en una novela publicada en una colección para adultos que pueden así leer un libro que, también, gustará a jóvenes de 15 años en adelante.

Luis Arizaleta
luisarizaleta@telefonica.net

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