Historia portátil de la literatura infantil

Ana Garralón
Anaya, Col. La Sombra de la Palabra, 2001

La Editorial Anaya se viste de gala cuando presenta la nueva colección “La Sombra de la Palabra”, que ya desde sus inicios promete convertirse en un valioso vehículo teórico y promocional referente al mundo de la lectura y la literatura para niños y jóvenes, sobre todo porque sus tres primeros títulos se encaminan a develar las razones y esencias de fenómenos hoy tan debatidos como pueden ser la literatura para niños y la lectura, o el modo de promoverlas y hasta la recepción de las mismas en el lector potencial.

De esta primera entrega me asombra, por su brevedad y a la vez gran lucidez y enorme poder abarcador, un título inusual y que estimula a una amena e instructiva lectura: Historia portátil de la literatura infantil, en el cual Ana Garralón -quien ha demostrado ser una conocedora y entusiasta del género- nos pasea con acierto por el devenir de los libros para niños desde que existen como tales, hasta nuestros días.

Desde un primer momento impresiona el enfoque novedoso -no viniendo de quien viene, pues ya nos tiene más que acostumbrados a sus agudos y certeros juicios en diversas revistas, sino por el modo de acercarse al tema- por demás tan ampliamente tratado en diversos libros historiográficos, críticos o teóricos, como puede ser el caso de Los niños, los libros y los hombres, de Paul Hazard, Tres siglos de literatura infantil europea, de Bettina Hürlimann, Psicoanálisis de los cuentos de hadas, de Bruno Bettelheim, Los niños y la literatura fantástica, de Jacqueline Held, La otra cara de los cuentos, de René-Lucién Rousseau, o la propias Guía de la literatura para niños y Los cuentos de Perrault, de Marc Soriano.

Ana Garralón propone una relectura de qué es la literatura para niños y se remonta a los clásicos más aceptados, pero con una novedosa visión -amén de su interesante y en cierto modo transgresora periodización histórica- que obvia los exhaustivos y aparatosos listados, con tal de reseñarnos aquellas obras que considera verdaderamente significativas, trascendentes y revolucionarias para el género en cualquier época o geografía -¡es de agradecer que aparezca nuestra América muchas veces desconocida o eclipsada!- y no sólo el contexto europeo, como era usual en libros precedentes.

Por demás, lo más destacable es que el volumen no se limita a brindar datos, sino que aporta un variopinto caudal de criterios esclarecedores, algunos de ellos ofrecidos por conocidos críticos o profesores que aquí se rescatan y otros que nacen de la propia experiencia de la autora.

El relativo atrevimiento y cierto modo desacralizador de determinados juicios suyos, sustentados en análisis comparativos, lecturas críticas y hasta (de)construcción de algunos textos, movimientos y algunas “carreras literarias”, proponen un sereno aunque apresurado recorrido de varios siglos -no sólo a través de la usual mención de obras, autores, personajes literarios o determinadas escuelas creativas, sino incluso deteniéndonos en las críticas y repercusión docente, familiar y hasta histórica o social que las mismas han tenido en este a veces malhadado devenir. Todo ello hace de esta Historia portátil de la literatura infantil, un necesario manual que el lector “apura” verdaderamente agradecido y al cual habrá de volver más de una vez. Pero, ¡ojo!, en todo momento el tono de su discurso no intenta convencernos de verdades, sino que trata de enfrentarnos a opiniones contrapuestas en muchos casos, de hacer que por nosotros mismos redescubramos lo engañoso o superficial que podrían esconder muchas de aquellas verdades acuñadas por la praxis de siglos y nos forjemos nuestra propia verdad, que evidentemente jamás será absoluta y mucho menos, definitiva.

Resulta admirable el modo panorámico (y la cuantía) del material citado y el entretenido anecdotario -en verdad casi todo el libro nos viene dado como una grande y amena anécdota que rechaza el discurso academicista, mas sin dejar de lado enfoques teóricos profundos y renovadores- y que nos confirman a la autora como una conocedora, imparcial, desprejuiciada y objetiva a la hora de juzgar.

Por eso el lector, sea documentado o neófito, agradecerá de cualquier manera este volumen en el cual lo portátil nunca es sinónimo de ligereza, liviandad o simpleza, sino precisamente todo lo contrario. Valga decir, ¡enhorabuena! por esta historia que nos permite redescubrir con ojos nuevos la historia tantas veces contada, mas no por ello más comprendida o valorada con toda justicia.

1 comentario en “Historia portátil de la literatura infantil

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