Fantasmas de luz

Agustín Fernández Paz
Ilustraciones de Miguelanxo Prado
Traducción de Isabel Soto
Madrid: Anaya, 2011

En su novela La metamorfosis, Franz Kafka, con el objeto de presentar una feroz crítica a la incomunicación humana, convertía a Gregor Samsa en una cucaracha abandonada y despreciada por todos hasta su muerte, un desenlace que en el colmo del absurdo era celebrado con alivio por su propia familia. Casi un siglo más tarde, Agustín Fernández Paz hace un planteamiento igualmente impactante también con el deseo de llamar la atención sobre uno de los dramas que más golpean a la sociedad contemporánea: la exclusión social a la que se ve sometida una buena parte de la población afectada por el desempleo y la penuria económica. Damián, el protagonista de la obra, lleva trabajando como operador de cabina de un cine desde que le alcanza la memoria, su apasionamiento por el séptimo arte casi roza lo obsesivo de forma que para cada situación de la vida tiene en mente una frase sacada de una película; pero su dedicación no sirve de nada cuando el afán especulativo de la empresa propietaria de la sala decide finiquitar el negocio y vender el solar para la construcción de viviendas. Tras su despido el pequeño mundo de Damián se derrumba hasta los cimientos, incluyendo en él un resquebrajado matrimonio con Marga –también desempleada– que se mantenía únicamente a fuerza de vivir con normalidad una prolongada monotonía; darse de bruces con una realidad tan amarga pasa factura a los dos, y no sólo en el aspecto anímico sino también en el físico, pues ambos comprueban con estupefacción que poco a poco se están convirtiendo en seres transparentes, casi invisibles a los ojos del mundo y, lo que es todavía peor, a los suyos propios. Si una situación tan incomprensible como devastadora tiene solución o si, por el contrario, está abocada al trágico final del anteriormente mencionado Gregor Samsa, dependerá en buena medida de su capacidad para sobreponerse a lo que parece inevitable y también a la ayuda que puedan recibir de otros que están viviendo la misma experiencia y que les hacen ver que su problema no es único, que no son bichos raros ni apestados y que de hecho siguen siendo visibles para todo el mundo; lo que sucede es que el resto de la gente los evita como si fueran portadores de una enfermedad contagiosa, sus iguales se comportan como el rebaño de El silencio de los corderos en el que cada elemento se centra únicamente en salvar su propio pellejo asumiendo con total indiferencia la suerte que pueda correr el resto y rezando cada día para que sea otro el elegido como almuerzo por el lobo. Pero el verdadero problema no es la exclusión social sino su propio exilio interior, el hecho de que lleguen a asumir como lógico e inevitable su destino sin sacar de sí mismos la fuerza suficiente para superarlo y seguir adelante con su vida ya que está claro que son muy pocos los que están dispuestos a ofrecerles ayuda; serán ellos quienes deban dar el paso y rebelarse, dejar de ser fantasmas y seguir irradiando luz cuando lo más fácil parece deslizarse hacia la oscuridad.

2 comentarios en “Fantasmas de luz

  1. Pingback: O exilio interior en «Fantasmas de luz», de Agustín Fernández Paz. Crítica de José Antonio Quílez na revista Babar | Xerais
  2. 16/02/2012 a las 07:47

    Me ha parecido un tema muy actual y con una parte emotiva que me ha llamado mucho la atención.
    Haré por hacerme con él.

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