Entrevista a Miguel Calatayud

Tus comienzos, o al menos alguno de tus primeros trabajos, se desarrollaron en el mundo del cómic. ¿Qué diferencias encuentras entre este medio de expresión y la ilustración de textos infantiles? ¿Son ahora buenos tiempos para el ilustrador y malos para el dibujante de cómics?

Realizar cómic es algo especialmente mágico. Distinto a todo. Narración visual pura. Yo siempre he trabajado con guiones propios, más bien parto de ideas que van adquiriendo textura de guión casi al mismo tiempo que voy dibujando.

El ilustrador puede enfrentarse a un texto -incluso propio- evitando asuntos que no le interesen. De hecho, debe elegir condicionado por el número de ilustraciones, páginas, maqueta, etc. En cómic eso no es posible. Hay que mostrarlo todo. No sé si luego el lector es consciente de lo que maneja, pero allí hay cuestiones de creación muy próximas a lo que en una película supondría el resultado de la dedicación de todo un equipo de especialistas: casting, maquillaje, peluquería, vestuario, iluminación, decoración, localización de exteriores, efectos especiales y un sinfín de cosas más. También tiene relación con el cine el mecanismo visual de cómo contar la historia, tema éste complejo y apasionante.

Hablando de diferencias entre ilustración y cómic conviene también señalar la condición relativamente “estática” del dibujo que ilustra un texto. En cambio la historieta es dramatización y sucesión de secuencias, y el “movimiento” -falso movimiento porque hablamos de trazos fijos sobre un papel- es muy importante. Un dibujante con determinado estilo puede encontrar dificultades por el desarrollo de la acción.

Respecto a la segunda parte de la pregunta el problema es bastante complicado. Es sabido que en este momento solo existen -nostalgias aparte- Astérix, superhéroes americanos y manga auténtico-japonés o mixtificado. También es sabido que el cómic ha sobrevivido unos años por su transformación en producto adulto dirigido a cierto público con afición adquirida. Ese esquema ya no tiene validez. Las nuevas generaciones han crecido sin afición. Sus productos son el video juego, la TV…, los tiros van por otro lado.

¿Qué fue lo que te empujó al dibujo?

Aún no había cumplido 10 años. Vivía en Murcia en una calle sin asfaltar. Los niños jugábamos a canicas y a la peonza. Un vecino de más edad me dijo: “ahora verás lo que sé hacer”. Acto seguido cogió del suelo un fragmento de yeso y con trazos seguros dibujó sobre una pared de superficie oscura la figura de un guerrero. Aquella destreza del vecino me dejó asombrado. Desde aquel mismo instante me dediqué al ejercicio y práctica del trazo de yeso sobre el muro.

¿Cuál crees que es la función del ilustrador en un libro infantil y juvenil?

El ilustrador aporta imágenes, no deja de resultar fuerte aceptar esta especie de intrusión descarada en la obra de un autor literario. La complicidad imaginativa que tendría que establecerse entre escritor y lector se trastorna de manera irremediable. Un ejemplo que viene al caso es mi experiencia con el texto de Caries Cano “El último de los dragones”. En las páginas finales, Caries ofrecía al lector la posibilidad de imaginar al dragón protagonista para que éste adquiriese forma. Pero, ¡claro! allí estaba mi interpretación marcando lo suyo… Se solucionó el embrollo con un nuevo párrafo: “Un cuerpo y una imagen, quizá diferente de la que nos ha dado Miguel, el dibujante”.

Te has movido por la mayoría de los campos profesionales como dibujante, desde los libros infantiles, el cómic o las colaboraciones en prensa hasta la realización de carteles. ¿Se debe quizá a que el artista plástico está por encima de cualquier clasificación?

Estamos hablando de obra gráfica, de imagen impresa. Lo plástico es otra historia. Años atrás, el personal mostraba desconcierto cuando -era mi caso- a la pregunta ¿a qué te dedicas? Yo no concretaba una respuesta clara. La gente entendía al humorista gráfico, al ilustrador de libros infantiles y juveniles, al autor de carteles, al historietista, pero yo nunca tuve la menor intención de … De hecho me sigue produciendo cierto espanto la idea. Es muy enriquecedor trabajar en campos distintos. Esta actitud mía, actualmente se ha generalizado bastante.

¿Qué época artística te hubiera gustado presenciar?

Sin la menor duda la que estoy afortunadamente viviendo.

¿Qué cuadro te hubiera gustado pintar?

Ando en ello. Lo tengo en el pasillo del estudio a medio elaborar. Cuando lo acabe hay otros proyectos en carpeta. Pintar es maravilloso, aunque fatigue.

¿Qué diferencias destacarías entre las ilustraciones de libros muy distantes entre sí como Baira y el fuego (1976) o Escenarios fantásticos (1979) y Luna de miel en el palacio de cristal (1994)?

El tema de Baira y el fuego es una leyenda amazónica. Quise darle un carácter naif de resonancias primitivas. Utilicé además un grafismo abundante de líneas y signos, que sigo pensando resultaba bien. En el caso de Escenarios fantásticos me dejé llevar por la impresión de su lectura. Al tratarse de ilustraciones sin color exageré el sentido geométrico del dibujo buscando efectos extraños y futuristas. Igual me equivoqué. Siempre tuve la sensación de que a Gisbert aquello no le gustó nada, creo que él hubiese preferido algo más julivernesco. La prueba es que en ninguna ocasión volvimos a colaborar. He hablado de ello con Joan Manuel -nuestra amistad está fuera de toda duda- y él lo niega tratando de convencerme sin conseguirlo. Me consta, eso sí, que a la hora de reeditar la obra en la Serie oro de El Barco de papel fue precisamente Joan Manuel quien planteó con convicción la permanencia de las dichosa ilustraciones. Buen tipo.

Volviendo a la intención de la pregunta hay que darse cuenta de la cantidad de años transcurrido entre los dos primeros títulos y ‘Luna de miel en el palacio de cristal” que es un libro cuyas ilustraciones manifiestan una forma de hacer más asumida, más segura.

Hay un momento en tu carrera a partir del cual se observa una cierta continuidad de estilo. ¿Has encontrado una cierta estabilidad o crees que nunca se deja de buscar nuevas formas?

Algunas etapas en la evolución de mis dibujos corresponden a experiencias muy personales, al margen de encargos y trabajos publicados. Tengo mucho material en plan bocetos, estudios, mesa de trabajo en realidad. Es algo especialmente necesario como práctica sin condiciones, ni fechas de entrega ni preocupación de ningún tipo. Esta especie de ejercicio personal termina marcando la obra profesional. Creo que si el dibujante se enfrenta honestamente a su oficio no puede controlar del todo lo que llamamos estilo, necesariamente sí tiene que existir una tendencia, unas constantes, un mundo propio…

Yo me encuentro en un momento profesional bastante relajado, trabajo con la seguridad que proporcionan demasiados años de dedicación a este oficio, pero sigo aprendiendo cada día.

En muchas de tus ilustraciones los personajes aparecen tal y como lo hacían los egipcios, sin ningún tipo de perspectiva. ¿Crees que el ilustrador ha de condicionar la forma como quiere que se vean sus dibujos o ha de dejar una gran libertad de interpretación?

Lo que se plantea en esta pregunta es sumamente denso. La perspectiva es aceptada alegremente sin ningún tipo análisis, como sistema de representación que permite establecer un espacio escénico limitado por un cuadro cuyo margen inferior es la línea de tierra. Línea más próxima al espectador. La línea límite del suelo -línea de horizonte- se considera situada en el infinito (¡tela marinera!) y pese a ello accesible. Y todo condicionado a la disposición del punto de vista del espectador, que determina la altura del horizonte y la distancia a los objetos a representar ¡y toda esta complicación, que en general se asocia con el realismo, para reproducir en una superficie los mecanismos de deformación del ojo humano! La respuesta es la gran estafa visual. Todo resulta absurdo y convencional. Incluso confuso. ¿Dónde está en la visión normal el cuadro que limita el campo visual? ¿Paralelas que se juntan? Deformaciones de todo tipo y caos consecuencia del inútil empeño de reducir tres dimensiones a una superficie que sólo tiene dos.

¿Interpretación? El cine es pura ilusión óptica. El teatro una farsa. La televisión… Ni sé lo que es. La fotografía un efecto superficial de emulsión sensible a la luz. Las ilustraciones originales trazos y colores bidimensionales sobre soporte de papel. Una vez impresas ni eso. Se impone recordar, una vez más, la gran lección de Magritte cuando pinta una pipa y escribe debajo: “esto no es una pipa”.

¿Destacarías algún autor con cuyos textos te hayas sentido especialmente satisfecho o cómodo a la hora de ilustrar?

Lo normal es que un ilustrador acepte el encargo editorial de ilustrar un texto sin haberlo leído. Esto funciona así. A mí es algo que me preocupa demasiado.

Si fuese siempre posible la elección nos moveríamos constantemente en la misma dirección. Las actitudes cómodas se llevan mal con lo creativo y el sentimiento de satisfacción debe ser el resultado de superar una dificultad inesperada. Como una sorpresa agradable.

Hablo con amigos escritores y dibujantes y aparece con frecuencia el tema de si el ilustrador debe cambiar impresiones con el autor del texto para que así esto, lo otro y lo demás allá, bla, bla, bla. Si el futuro libro se concibe partiendo de cero, es posible y aconsejable esa colaboración estrecha, bien entendido que el cambio de impresiones debe repercutir tanto en las imágenes como en el texto. Ahora bien, cuando el caso -lo más frecuente- consiste en ilustrar un texto considerado como obra acabada, creo que debe establecerse un respeto mutuo. El creador responsable de la creación gráfica acepta educadamente una creación literaria -al margen que le entusiasme, guste, desagrade o llegue a horrorizar- y el mecanismo inverso debe ser el mismo. Para que todo funcione perfectamente hay que valorar la dirección artística. ¿Quién decide en el mundo de la edición qué ilustrador es el adecuado para un determinado texto?

Has trabajado en algunas ocasiones con Miquel Obiols. ¿ Cómo se compaginan dos estilos tan particulares?

Miquel tiene mucho sentido del humor y mis dibujos se llevan bien con esa línea. Él, por ejemplo, imagina a John Lennon charlando con San Pedro y yo, por mi cuenta y riesgo, decido apartar al apóstol de la iconografía tradicional y lo presento con pinta de gerente de gran hotel a lo “El cielo puede esperar”. El sentido del humor es algo muy importante. Hay gente sin sentido del humor. Otro ejemplo: Obiols decide homenajear a Pompeu Fabra y escribe un cuento liando las cosas en torno al triste papel que desempeña la letra Hache. En cierta ocasión -acompañaba a Juan de Isasa, de Ediciones SM, en una presentación de la colección Catamarán- me dijo un profesor todo indignado: ¡El señor Obiols y Usted son un par de irresponsables! ¡Y yo dejándome la vida para que mis alumnos y alumnas aprendan a utilizar con corrección la hache y ustedes armando barullo no hacen más que añadir desorientación! ¿No se dan cuenta del daño que hacen?

Los libros infantiles y en especial los álbumes, ¿están atravesando una etapa de mejoras y preocupación estética? ¿Ha supuesto esto algún cambio en el papel del ilustrador?

Respecto a lo primero opino que sí, aunque en el caso de los álbumes -casi a punto de extinción- de poco sirve. Se diría que el mercado va configurando un modelo ante todo asequible, cuyo precio final no resulte inquietante. Con este panorama un álbum -al que solo puede salvar su proyección al mercado internacional- es, cada vez más, un lujo nada práctico.

En cuanto al papel del ilustrador, ha sido y sigue siendo el mismo. Las artes gráficas han evolucionado, los sistemas de reproducción también. Son cambios técnicos que influyen en el lucimiento de las ilustraciones.

Puede hablarse también de cambios de actitud. La ilustración era antes una actividad algo residual. Ahora no es así. Probablemente un ilustrador podría dedicarse a otras cosas, pero él quiere dedicarse precisamente a esto: ilustrar. Además lo hace asumiendo una responsabilidad artística. Me viene a la memoria una respuesta nefasta muy frecuente en otros tiempos: ¿cuánto tardas en realizar una ilustración? Yo contestaba divagando y pensaba ¿cómo es posible que alguien pueda responder a esto?

¿Has recibido bastantes premios, algunos de ellos bastante importantes, como el Premio Lazarillo, el Premio Nacional de Ilustración de Libros Infantiles y Juveniles, un Premio Especial del Jurado del Salón del Cómic… ¿Qué importancia concedes a este hecho? ¿Revierte de manera relevante en las ofertas de trabajo, y de manera indirecta, en tu modo de trabajo?

Sería absurdo trabajar pensando en los premios. Tanto como que los premios recibidos influyan en el trabajo. Están ahí y podrían ser útiles si esto fuera Holliwood. Además tengamos presente que algo como las ilustraciones para libros infantiles y juveniles sólo interesa a cuatro gatos. Por cierto que entre esos cuatro gatos ni siquiera figura el Ministerio de Cultura totalmente desinteresado en difundir y valorar una distinción de categoría nacional y que convierte año tras año, la entrega del premio en un acto rutinario, vacío de significado.

En tu experiencia como ilustrador de libros infantiles y de dibujante de cómics o carteles se observa un estilo muy distintivo. ¿Cómo imaginas un trabajo o para el cine, medio que según tú mismo has confesado te gustaría tratar?

Lo más parecido a cine que he hecho fue La desaparición de Gonzalo guerrero, un episodio de la serie Relatos del Nuevo Mundo para la Sociedad Estatal “Quinto Centenario” en el año 92. Trasvasé el esquema de Ciudadano Kane a una peripecia histórica de la colonización del Yucatán. Vi El Dorado de Saura y La conquista de paraíso de Ridley Scott y encuentro en mi trabajo más interés narrativo y más substancia cinematográfica, aunque sea un cómic impreso. No me daría miedo la realización, sí la responsabilidad económica. Acostumbrado a resolverlo yo todo ignoro si sabría adaptarse al funcionamiento del tinglado.

¿Que opinión tienes de los diversos métodos de animación a la lectura? ¿Cuál es el papel del ilustrador en una actividad de este tipo?

La animación a la lectura es una necesidad en los tiempos que corren. En el fondo se trata de crear estímulos y agitación en torno al libro y esto alcanza al ilustrador. No me gusta -lo he manifestado en muchas ocasiones y distintas circunstancias, provocando desde simple incomprensión a enfados de órdago- que el dibujante (o dibujanta) aparezca ante los jóvenes como una especie de figura de circo que “sabe dibujar”, obligado a encandilar a la concurrencia con los consabidos monos graciosos esbozados a base de grueso rotulador sobre grandes hojas de papel sujetas con pinza. Ya sé que estas intervenciones gustan con locura y gozan de éxito y aplausos. A mí me parecen una inmoralidad, siento vergüenza profesional.

También me apena comprobar que a veces se exponen trabajos de ilustración como elementos “decorativos”. Está bien que se hagan exposiciones, pero con una motivación, con alguna forma de análisis… ¡Luego de lo que ha costado conseguir que las ilustraciones no sean el adorno del libro! ¿Cuál puede ser entonces el papel del ilustrador en animación? Cualquier enfoque pasa por la preparación de materiales con encargo previo, definido y con tiempo suficiente. Se me ocurren rápidamente dos posibilidades: animación, disfrute y participación sobre procesos gráficos creativos de la propia obra; ver, reconocimiento de la percepción de imágenes, o sea desarrollar sencillamente la mirada gozosa. (Me temo que éstas son materias pendientes, también para papás, educadores, animadores y en general de toda sociedad).

¿ Es el ilustrador un motivo más para leer?

Relativamente. Una cosa es el amor a la lectura. Otra el amor a las portadas e ilustraciones. Dos amores: El Libro.

1 comentario en “Entrevista a Miguel Calatayud

  1. toni
    14/11/2009 a las 13:36

    ¿con cuantos años empezastes a ilustrar?

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