Entrevista a Esther Rubio y Emilio Urberuaga

Conversamos con Esther Rubio, editora de Kokinos, y con Emilio Urberuaga, ilustrador. El motivo de esta charla-entrevista es el álbum ilustrado; Kókinos es una editorial que sólo tiene en su fondo editorial esta clase de libros, y Emilio es el primer ilustrador que ha publicado, y además recientemente, un álbum en esta editorial. Esther es la directora de Kókinos, cabría mejor decir que Kókinos es ella.

ANTONIO – Esther, ¿cuándo nace Kókinos y cómo?

ESTHER – Bueno, Kókinos nace en 1992 con un poco de dinero, con mucho entusiasmo, con curiosidad, con ignorancia, pues yo nosabía lo que era editar un libro; y con un título que yo hacía tiempo conocía, Los niños de las raíces, de Sibylle von Olfers, un clásico de la literatura infantil centroeuropea. Yo quería editar algunos libros que me gustaban y que no existían en España pero no tenía idea de cómo se hacía esto, así que un día me fui a la OEPLI y allí estaban Ana Cendán y Ana Franco, que entonces estaban organizando el Congreso de Sevilla, y pregunté qué había que hacer para publicar libros para niños. Recuerdo que Ana Franco se volvió y me miró con una cara diciendo: “¡Esta de dónde sale!”. Después, me fui a Bologna, a la Feria, y encontré que eran muchos los libros que me gustaría publicar. Creo que fue el azar pero el caso es que me propusieron engancharme a una coedición de Los niños de las raíces y sin pensarlo demasiado, me metí. Aún recuerdo cuando llegaron las cajas a mi casa y me encontré sentada sobre dos mil libros diciéndome: “Y ahora, tengo que venderlos”. Así nació Kókinos, y hasta hoy.

A. – Y hasta hoy catorce álbumes, doce en castellano y dos en catalán. ¿Cómo ha sido el camino?

E. – Pues dado lo que ha pasado, me quedo con la gente. No sé cómo explicarlo, pero la experiencia ha sido estupenda. Me he encontrado con personas acogedoras, que me han dado un apoyo unánime: libreros, maestros, bibliotecarios… Gente que se dedica a difundir el libro para niños de una manera desinteresada. No sé, en general, la gente del libro es la “buena gente del libro”. Personas que apoyan proyectos porque creen en ellos. Sí, de todo me quedo con la gente.

A. – Emilio, ¿cuándo conoces tú Kókinos?

¿No duermes, osito? (Kókinos)U. – Pues casi me da vergüenza reconocerlo, pero muy tarde, quizá hará dos o tres años solemante. Eres tú precisamente quien me la das a conocer, creo recordar que con ¿No duermes osito? y después empiezo a oír hablar de una señora (con perdón) que se llama Esther Roherich, y me parece que su proyecto es todo un desafío. Siempre escuchando a los editores decir que no se pueden hacer álbumes ilustrados, que es un tipo de libro que no se vende, y llega una mujer, y crea una editorial que sólo publica esta clase de libros y, bueno, ya sé que no es muy correcto decirlo así, pero alucino.

E. – Bueno Emilio, que no te dé verguenza no haber conocido antes Kókinos, es lógico. No son precisamente los ilustradores los primeros que oyeron hablar de la editorial. Los primeros que conocieron mi proyecto fueron los bibliotecarios y los maestros, especialmente aquellos sensibilizados hacia el álbum ilustrado.

A. – En estos momentos Kókinos es un referente. Creo que es una opinión bastante extendida entre las personas que nos dedicamos a “esto” de la literatura infantil. Todos sabemos que existe una pequeñita editorial en la que se encuentra un fondo, yo diría que junto a Lóguez y Fondo de Cultura Económica, de álbumes de calidad, y que refularmente presenta novedades que no van a defraudar al aficionado al género.

E. – De todos modos, yo quisiera señalar, lo digo por las otras editoriales que has citado, que Kókinos es una cosa muy modesta, yo diría que casi es algo aparte del mundo editorial. Yo me río cuando llama alguien, sobre todo del extranjero, y pide que le pongan con el departamento de prensa o publicidad, o de producción. Me río y contesto: “Sí, aquí mismo.”

U. – No te creas Esther que es infrecuente, ocurre más o menos lo mismo con los pequeños editores europeos. Recuerdo cuando Otakar, el editor de Bohem Press me contaba la visita de una editorial china, que preguntaban dónde estaban las oficinas. Él contestó: “la editorial somos tres personas”.

A. – Esther, ¿cuáles son los criterios que utilizas para seleccionar libros que publicar?

E. – En realidad creo que casi un sólo criterio, y que además es algo muy personal: que el álbum me emocione. Bien es cierto que uno tiene que ser práctico muchas veces. Quiero decir que existen “cosas” que me pueden encantar pero que sé que no me las puedo permitir, pues serían proyectos imposibles en este país en el que no existe una tradición de cuento y menos de libros de gran formato. En todo caso, lo que sí te aseguro es que todos y cada uno de los libros tienen ese elemento de la emoción que te decía antes.

La Torre de Zoe (Kókinos)A. – Bien, pero uno repasa tu fondo y encuentra libros como La torre de Zoe o El canto de las ballenas, álbumes nada comerciales, junto a otros, digamos más fáciles, tal es el caso, a mi juicio de ¿No duermes, osito? o Inés del revés. Y no quiero decir que estos últimos no me parezcan álbumes de tanta calidad como los anteriores.

E. – Mira, por encima de todo lo importante es tratar de hacer lo que quieres. Te puede pesar el mercado más o menos, pero no debes claudicar. Si no crees en lo que haces, difícilmente vas a poder comunicar luego otra cosa. Por otra parte, y aunque me interese por las emociones y por la ternura, tampoco quisiera quedarme sólo ahí, por eso algunas de las publicaciones de Kókinos tienen un planteamiento más radical, más despegado de todo eso.

U. – Yo lo que observo es que en los grandes grupos editoriales, y no sólo en España, los criterios de los comerciales o de los distribuidores tienen un enorme peso sobre los editores, hasta el punto de ser, a veces ellos, los que impiden que determinados proyectos vean la luz. Y también sé que no todos los libros se venden igual, que hay libros con grandes tiradas y grandes ventas, y otros más, digamos minoritarios, pero que unos y otros deben convivir. ¿Cómo vives tú esa presión de los distribuidores, si es que la sufres?

E. – En la actualidad yo tengo unos distribuidores que creen en Kókinos y que defienden mis libros, pero tengo que reconocer que mi trabajo me ha costado. A menudo tengo la impresión de que la distribución es un mundo aparte, de espaldas al mundo de la literatura, hay excepciones, claro, pero, en general, cuando al libro le llega la hora de salir al mundo, muchos nos decimos: “Con la distribución hemos topado…” Te imponen unos ritmos, hay una serie de exigencias…, es un tema complicado. Yo ahora no sufro tanto.

U. – Un pregunta: ¿por qué Kókinos?

E. – Te podría contar toda la historia de la palabra, pero me lo han preguntado muchas veces, y mira, simplemente porque me gusta como suena, y ya está.

A. – Sé que es difícil responder, pero ¿cuál es tu libro favorito?

E. – Sí, es difícil. Todos tienen algo que los hace favoritos ante los demás, pero la verdad es que hay un libro que es La torre de Zoe, el segundo libro que publiqué, que para mí es una joyita. Mira, además éste sería un ejemplo de lo que antes hablábamos. Es un libro difícil, que inicialmente comenzó mal, pero que luego comercialmente ha ido funcionando. Sé que en ello ha influido el que una persona en América se enamoró de él y compró muchos ejemplares. Para mí es un libro muy importante. Fue en realidad el primer libro que yo edité como tal, y es un álbum que me llega al corazón. Cuando lo vi, sentí que era un libro que tenía que editar. Aún, cuando voy a una librería, lo veo, lo cojo, lo leo, y me sigue emocionando. Me parece importante que un libro así exista y que uno pueda comprarlo.

A. – A mí, personalmente, me parece una maravilla. Yo hice el año pasado un comentario sobre él para la revista del Fondo de Cultura Económica de México que, por cierto, no sé si habrá salido ya.

E. – También habría que decir que Kókinos, sólo con libros como éste, ya no existiría.

U. – Creo que hay un elemento fundamental en esto que estás diciendo. Hay profesiones, las nuestras entre ellas, en las que existe la posibilidad de encontrarse con un proyecto que más allá del dinero que produzca, uno se implica, lucha, trabaja, y obtiene una inmensa rentabilidad; claro, es una rentabilidad que tiene que ver con la emoción; evidentemente no con una rentabilidad económica.

A. – Cambiamos de tema. ¿Qué valor tiene para tí el texto? Quiero decir, parecería que el texto ocupa un lugar muy secundario en este tipo de publicaciones, de hecho, existen muchos álbumes maravillosos en cuanto a las ilustraciones y, en cambio, el texto es bastante simple, incluso diría anodino. Habría que decir, haciendo justicia, que esto no se da, desde mi punto de vista, en los libros de tu fondo.

¿Qué hace un cocodrilo por la noche? (Kókinos)E. – Yo creo que le doy al texto la misma importancia que a las ilustraciones. En el caso del lbiro de Emilio, ¿Qué hace un cocodrilo por la noche?, ha sido gracias a la intervención de Pepe Morán en la historia que el libro ha sido publicado, pues el texto de la edición alemana no me convencía. Otro ejemplo de lo que quiero decir sría La Torre de Zoe, cuya versión inglesa era casi intraducible. Me costó un enorme trabajo hasta que sonó bien en español. Igual te puedo decir de El pequeño rey de las flores, que tiene una estructura de cuento de hadas que había que cuidar mucho y en el que me permití el “colorín colorado” tan nuestro. Otro álbum en el que aparentemente el texto no tiene casi ninguna importancia está cuidado muchísimo, me refiero a Las estaciones, de Burningham.

A. – Bueno, después de doce álbumes publicados, por fin un ilustrador español…

E. – Sí, por fin. Antes o después tenía que ocurrir. Yo quería hacer algo aquí, pero existía una imposibilidad económica. No podía producir algo yo sola, tenía que aprovechar coediciones y ésta ha sido una ocasión magnífica. Bohem Press estaba preparando una edición de este álbum con varias editoriales, Paz Rodero me presentó el libro con mucho cariño y a mí me gustó, lo vi posible y aquí está.

A. – Emilio, ¿tú como te siente? Es tu primer álbum publicado en España, y si no me equivoco tu cuarto libro hasta el momento de gran formato.

U. – No quisiera pecar de soberbio (que peco), pero más importante que el hecho de haber publicado un álbum ilustrado en mi país es el haber conocido mejor a Esther y comprobar el cariño que ponemos ambos en nuestro trabajo. Porque, primero, la difusión de este tipo de libros, y segundo el conocimiento sobre sus autores (escritores e ilustradores) es más bien parco. En el segundo caso, la cuestión no tiene mayor importancia, es casi una bendición; por eso no se entiende a veces el afán de protagonismo de algunos colegas cuando además, éste no llega a ninguna parte; si no, que alguien salga a la calle y pregunte a todo bicho viviente por Tomi Ungerer, Kveta Pacovská o David McKee y, en el mejor de los casos, conseguirá que le digan el equipo en el que creen que juegan. En cuanto al primer caso, la cuestión es más “puñetera”, porque el que se conozcan este tipo de libros sí me parece importante, y aquí sí hay que poner el máximo afán en darlos a conocer.

El grillo silencioso (Kókinos)A. – Esther, me gustaría hablar un poco de El grillo silencioso. Últimamente en la sección infantil de las librerías uno tiene que soportar un montón de libros, por llamarlos de alguna manera, que emiten molestos ruidos y sonidos, desde el mugido de una vaca al timbre de un despertador. Casi todos ellos son productos que poco o nada tienen que ver con la lectura. El grillo silencioso es, a mi juicio, el único libro que conozco en el que el sonido está justificado, es más, parece necesario.

E. – Bien, puede que sea así, como tú dices, pero ha sido una historia difícil la de este libro. El álbum se produjo en el extranjero y cuando los transportistas lo trajeron a casa, un montón de pilas se habían disparado y me decían: “Oiga, qué hay aquí dentro? Suena como si hubiera grillos.”

U. – Al hilo de lo de El grillo silencioso y de las posibilidades que ofrece un formato grande, me gustaría diferenciar entre lo que representa para mí el libro ilustrado y el álbum. Para mí, el libro ilustrado, bien sea de texto o pertenezca a alguna de las colecciones que hay en el mercado, es un modo de ganarse la vida, esto sí, de forma maravillosa. Me encanta hacer este tipo de trabajo y además me pagan por ello. Pero el álbum, el álbum es otra cosa. Cuando hago un álbum nadie me aprieta para que acabe; si se puede presentar en la feria de Bologna, bien, y si no está, pues para la de Frankfurt. El álbum es para mí como para aquel músico de jazz en día de asueto, que va a tomar una copa al club donde tocan sus amigos y al final sale al escenario para improvisar con la trompeta. El provecho que saca no es material, pero seguro que no cambia ese momento por nada del mundo.

E. – A propósito del álbum de Emilio, quisiera decir una cosa: me parece patético que sea Kókinos, una minieditorial, quien saca este álbum al mercado, más allá de que sea o no Emilio el ilustrador. Quiero decir que me produce pena observar la escasa edición de álbumes, sobre todo de ilustradores españoles, cuando el nivel de la ilustración en España es el mismo que en cualquier país europeo.

A. – Próximos proyectos…

E. – Pues unos cuantos. Ya sabéis que a mí no me gusta hablar de los próximos libros, siempre pienso que se pueden malograr por el camino. Hay uno en la imprenta que saldrá para febrero, unos cuantos encima de la mesa y otros tantos en el cajón.

A. – Seguro que encontraremos en las librerías ése que está en la imprenta antes que este número de Babar. Emilio, ¿y tus proyectos?

U. – Ahora estoy trabajando en una historia con Paz Rodero que presentaremos a Bohem. Después existe otro proyecto del que de momento prefiero no hablar. No tengo prisa en cuanto a álbumes se refiere. Me gusta disfrutar con este trabajo y consecuentemente, sólo comprometerme con aquello que me apetece.

A. – Bien, gracias a los dos por someteros a esta entrevista-tertulia. Sé que podríamos seguir hablando de álbumes, de ilustración, de textos para primeros lectores… En todo caso el limite lo marcan estas páginas. Gracias de nuevo.

3 comentarios en “Entrevista a Esther Rubio y Emilio Urberuaga

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