El soldadito de plomo

Jörg Müller
Salamanca: Lóguez, 2005

Desde la ilustración de cubierta, Müller nos dice que la historia de su soldadito de plomo tiene otra perspectiva. Y si soldado nos suena a guerra, la perspectiva a la que se refiere es la de los que la pierden, los vencidos.

El cuento de Andersen “El soldadito de plomo” es un cuento sólo por ese final que suena a añadido y responde a cierta religiosidad que habla de vida tras la muerte: ese corazón de plomo con las estrellas del vestido de la bailarina que aparece en los restos de la lumbre después de que hayan ardido los dos personajes. Pero sin esto, la historia es una tragedia con amor, celos, un malo que no es castigado, con la opulencia y la miseria, con el dolor.

Es esta idea la que Jörg Müller ha recogido en unas ilustraciones a toda página (donde de las 38 totales hay 16 que forman 8 páginas dobles) y sin más texto que el de algunos rótulos pertenecientes a las propias imágenes. Su realismo casi fotográfico va a bastarle de sobra para contar la historia o, mejor, para sugerir historias, la principal y tantas paralelas que generan los muchísimos detalles que forman parte de cada composición.

Una composición que se apoya en tres puntos (y por ello un enorme equilibrio), a saber: el contrapicado, el gran angular y la perspectiva cónica. Con igual éxito nos presenta a los protagonistas: un soldadito que no parece cojo por falta de plomo, sino que nos hace pensar en desagarrado, y en antiguo, muy antiguo; y la bailarina, que en este caso es una “Barbi”, que viaja con el soldadito y la manera de acusar el dolor de la historia es mostrándola en unas condiciones (el vestido roto, el pelo revuelto, la postura) que pueden incluso sugerir el resultado de una violación.

Con estas guisas, ambos personajes salen de una cómoda Europa de aspecto opulento (pero con ratas en lo que no se ve) para llegar, como en el cuento original por medio de un pez pescado, hasta África.

Si bien el entorno se recrudece (el pescado descabezado, la lonja y el buque de guerra, el camión de los desperdicios, el basurero a donde van a parar los personajes, quienes los recogen, sus chabolas, la miseria), a pesar de ello la vida del soldadito y de la muñeca parece con más valor: esta basura europea puede generar una sonrisa africana en el niño a cuyas manos han llegado.

Hasta que aparece el yanki que le compra por un dólar al niño su sonrisa (sus nuevos juguetes) y se lleva a los personajes a un museo etnográfico que a nadie interesa (pasillos vacíos, suelos limpísimos) para que mueran definitivamente en el olvido.

Müller, suizo de 63 años, ha recibido el premio Andersen de ilustración en 1994 como reconocimiento a toda su labor. Este libro, editado ahora en España por Lóguez pero con casi una década de edad, viene a confirmar el acierto del jurado que le otorgara el citado galardón.

 

4 comentarios en “El soldadito de plomo

  1. Walquiria
    17/04/2009 a las 18:28

    Eses libro aca en la Argentina se consigue? Por que me dijeron que no.

  2. AGUSTINA
    29/03/2009 a las 19:07

    HOLA A TODOS LES PIDO QUE ME MANDEN POR FAVOR EL CUENTO ORIGINAL DE EL SOLDADITO DE PLOMO BYEE ES PARA UNA TAREA DEL COLEGIO
    nullAGUSTINA

  3. alix
    06/12/2008 a las 20:11

    esa reseña no me sirve, no me invita a leer el libro, mas bien me lo señala como triste

  4. jasmin
    30/10/2008 a las 07:55

    estuvo re bueno lo lei 10 veces

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