El Planeta de los Árboles de Navidad

El Planeta de los Árboles de NavidadGianni Rodari
Ilustraciones de Fran Collado
Traducción de Manuel Barbadillo
Madrid: SM, 2012

A Marco le han regalado un caballo balancín por su cumpleaños. ¡Menuda idea ha tenido su abuelo! Los caballos balancines, todo el mundo lo sabe, son para niños de guardería, pero no para cuando cumples nueve años. Solo que este caballo balancín no es un juguete cualquiera, sino una nave espacial que le llevará a un planeta, muy, pero que muy raro.

“Este planeta me pone nervioso –pensó Marco–, caballos balancines en vez de taxis, y tiendas abiertas en el día de Navidad, ¡no hay quien lo entienda!”.

En su estancia en el planeta descubrirá otras muchas cosas, todas de lo más singular, como el Gran Bazar Rompetodo, las aceras y bancos móviles o los chaparrones de confetis.

“Qué suerte tenéis –dijo Marco- aquí no solo siempre es Navidad, sino que parece que siempre es primavera”.

Y es que este planeta es muy práctico, no cabe la menor duda, en él todo tiene una lógica aplastante: las estatuas duran lo que tarda la nieve en derretirse, para dar paso a otras distintas, y los zoos se llaman ilógicos porque leones y tigres pasean entre la gente y los cocodrilos juegan con los cisnes. Un planeta tan práctico, tan práctico que no tiene gobierno porque “como dice la gente: cuando las cosas marchan bien solas, un gobierno es totalmente inútil”.

Pero este planeta guarda un secreto, un gran secreto que afecta al destino de Marco, pero también, y sobre todo, al destino de la Tierra. Y todo esto sucede en tan solo 24 horas, pero… ¿De este planeta, o del planeta Tierra? ¿Habrá sido todo un sueño, o una broma del abuelo?

Gianni Rodari escribió este cuento en 1962, pero eso no impide que edición tras edición (esta sería la número cincuenta y dos, creo) esta historia se revalorice, lo que da muestras de la calidad de la literatura de este escritor italiano, el único hasta la fecha en ganar el premio Hans C. Andersen. Con un humor único, estrafalario, surrealista, y a menudo delirante, que despliega con acierto en todas sus obras, Rodari nos habla de un mundo mejor, un mundo en el que priman las cosas realmente importantes, un mundo de paz, buenas obras, y sentido común… El menos común de los sentidos, ya saben.

Las divertidas ilustraciones de Fran Collado, con la utilización únicamente del negro y el naranja, refuerzan el argumento, y se asocian muy bien con el estilo de un escritor, siempre, adelantado a su tiempo.

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