El águila que no quería volar

el-aguila-que-no-queria-volar-1James Aggrey
Ilustraciones de Wolf Erlbruch
Madrid: Loqueleo, 2018

Toda obra literaria de mérito se ofrece a la diversidad de lecturas, lo que cobra una mayor relevancia en la literatura infantil dado el amplio abanico de edades de sus potenciales destinatarios. En el caso del álbum ilustrado dirigido a primeros lectores, se puede observar cómo es apreciado tanto por niños y jóvenes como por adultos capaces de disfrutar con esta singular propuesta que encuentra su forma de expresión artística en la acertada síntesis de imágenes y palabras.

Ocurre así con El águila que no quería volar, una hermosa parábola de la existencia humana, individual y colectiva, cuando se ve limitada por las expectativas del entorno y que se puede aplicar a una extensa diversidad de situaciones personales, sociales e históricas. El autor del texto es James Aggrey, escritor de Ghana fallecido en 1927, según la breve noticia que ofrece el libro. El relato habla de un águila capturada por un hombre cuando era una cría y encerrada en un gallinero. Durante cinco años vive junto a las gallinas hasta llegar a creerse una de ellas y olvidar lo que constituye lo más íntimo de su esencia, entre otras costumbres, la del vuelo. Un día, un sabio descubre al gran pájaro y se propone enseñarle a volar, pero sus intentos resultan infructuosos. Finalmente, una mañana carga con el águila hasta lo más alto de una montaña y allí, ante la visión de un resplandeciente sol naciente, recupera su naturaleza indómita y emprende majestuosa el vuelo. Tras este hecho aparece la palabra “fin”, con lo que el lector da por concluido un relato dotado de sentido pleno. Sin embargo, al volver la página encontramos, junto a los créditos del libro, unas palabras apenas destacadas que dicen así: “Pueblos de África: Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, pero hay hombres que nos han llevado a pensar como gallinas y todavía pensamos que somos verdaderas gallinas, pero somos águilas. ¡Abran sus alas y emprendan el vuelo!” Sin duda ha sido un acierto del editor separar este párrafo, que ciñe el sentido del relato a la situación colonial de África en las primeras décadas del siglo pasado (y que, lamentablemente, conserva su vigencia ya entrados en el XXI), desconocida y ajena para el lector infantil. De esta manera, el libro amplía su significación a otros contextos y abre la posibilidad de múltiples interpretaciones. Por otra parte, el lector atento acabará por descubrir esas líneas y con ellas la intención que abrigó el autor de despertar las conciencias de su gente a través del poder de la palabra hecha cuento.

Wolf Erlbruch (El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza o El milagro del oso) es el autor de unas ilustraciones de formas compactas y redondeadas, de línea sintética y un cromatismo plano que producen una impresión de ingenuidad y un tratamiento humorístico del relato. Una interpretación gráfica de un carácter más intemporal y épico quizá hubiera encajado mejor con el tono de leyenda de la historia.

Como tantos otros álbumes ilustrados, este nos habla en la extrema sencillez de sus imágenes y palabras de realidades complejas y, a menudo, insondables: aunque solemos comportarnos como gallinas acomodaticias y temerosas, en el interior de cada hombre habita un águila que espera su momento para despertar y alzar el vuelo. A partir de seis años.

2 comentarios en “El águila que no quería volar

  1. Graciela
    23/03/2021 a las 05:02

    Me parece de una riqueza universal

  2. ADRIAN TOVAR GUERRERO
    31/10/2008 a las 08:06

    NO ES FACIL DESCUBRIR LAS BUENAS ENSE¿ANZAS DE UN AUTOR ATRAVES DE UN LIBRO, ME HA SERVIDI MUCHO Y DE GRAN INSPIRACION, TRANSMITO ESTA INFORMACION CADA VEZ QUE SE HACE NECESARIO A AMIGOS Y FAMILIARES. GRACIAS

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