El encuentro

Enrique Flores
Madrid: El Jinete Azul, 2010

Es de sobra conocido que uno puede encontrar, tanto si busca como si no busca. Pero en ambos casos, para encontrar algo, tanto si se buscaba como si no, hay que saber reconocer ese algo como un hallazgo.

El lector de El encuentro debe descubrir qué es lo que busca el niño protagonista, algo de lo que solo tenemos una somera pista, unas huellas indefinidas en un extremo de las primeras páginas. En la búsqueda del hilo argumental de este álbum sin palabras, el lector repasará las páginas una y otra vez (como es costumbre hacer con los libros sin palabras) para llegar a la conclusión de que, si se tiene una actitud positiva y receptiva, una pérdida (aquí temporal) puede abrir las puertas a un nuevo encuentro (en este caso, doble).

Algunos lectores podrían echar en falta una segunda capa de lectura. Un segundo nivel narrativo que complementara la anécdota principal y que hubiera sido factible gracias a la presencia de la multitud de actores (192 si no me he descontado) que aparecen en esa gigantesca y concurrida plaza en la que busca el protagonista. El lector experimentado en la lectura de álbumes no puede dejar de mirar y remirar las mímicas faciales, expresiones corporales, vestuario, complementos, actitudes y acciones de los transeúntes, explorando sus posibles conexiones, e intentando descifrar más narraciones. Mirar y remirar esos personajes, pasando las páginas hacia adelante y hacia atrás, aportará la contemplación de unos estupendos retratos urbanos. Flores ha convertido personas en magníficos figurantes. Pero, ¿qué hubiera sucedido si los figurantes hubieran sido personajes secundarios?

Los que quieran seguir disfrutando de los dibujos de Flores pueden jugar a buscar y encontrar a las personas que se convirtieron en figurantes en los cuadernos de acuarelista del autor. Aquí tienen unos cuantos:

Después de pasear por los cuadernos de Enrique Flores, solo nos resta preguntar ¿qué otras historias nacerán a partir de esos magníficos apuntes?

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