Cuento hasta tres

Luciano Sarracino
Ilustraciones de Leticia Ruifernández
Madrid: Anaya, 2006
Primer Premio del VI Certamen Internacional de Álbum Ilustrado Ciudad de Alicante, 2006
 
Esta es “la historia de un pibe que al despertarse salta de la cama y busca qué se olvidó por la noche en el patio -cuenta el autor-. Un día encuentra una nube, una nube verdadera, a la que adopta. Cuando finalmente se va, intenta reencontrarla en el cielo y descubre, en otras, una diversidad de formas que sólo él ve”.

Así explicaba Luciano Sarracino, joven escritor argentino, en una entrevista, el argumento de este su libro que consiguió el Primer Premio del VI Certamen Internacional de Álbum Ilustrado Ciudad de Alicante, 2006, y por lo tanto publicado por Anaya en Los Álbumes de Sopa de Libros.

La otra parte del libro la ponen las ilustraciones de la pintora Leticia Ruifernández: sus acuarelas y las finas líneas de tinta que, queriendo delimitar las formas, por titubeantes no consiguen (intencionadamente) apresar del todo las figuras, haciendo que puedan llegar un poco más allá de sí mismas. La propia autora parece rodeada de un cierto halo que, como sus personajes, irradian calor y color. Pareciera que en dichos personajes hubiese experiencias propias o ajenas que nos cuenta con sus pinceles.

En cualquier caso, en la historia encontramos el poder de la imaginación, pero sin grandes parafernalias, de lo imaginativo que se puede ser día a día, de cómo descubrir cada día algo nuevo, inspirador, distinto. Las ilustraciones aportan un contexto para terminar de contarnos lo que pasa y situar la primera parte de la narración en un plano realista (el planeta junto a la maceta es la pelota, las manchas de tigre son sombras de una planta) que le dará verosimilitud a la parte fantástica, todo ello con una temperatura muy medida con el color.

Especialmente esto se nota en la doble página que nos habla de la noche, desde fuera de la casa, todo azul (frío) y una ventana que nos habla de un interior amarillo (calor) que encontramos más acogedor cuando pasamos la página y nos situamos dentro de la habitación.

La sobriedad en los detalles en contraposición a la explosión de color, la presencia sólo de niños con una atmósfera de alegría (que oculta no sabemos qué razón para la ausencia de adultos), y la presencia de dos figuras: un niño pequeño y una chica con rasgos particulares, nos transportan un poco a Latinoamérica, quedando la obra a medio camino entre la Argentina del escritor y la España de la pintora.

Un premio más internacional que otras veces.

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