Cuna de papel

Una de las facetas más fascinantes de la literatura infantil es descubrir el origen literario de algunos de los personajes infantiles más queridos y difundidos, casi exclusivamente, a través del cine o la televisión. No nos referimos a las adaptaciones cinematográficas de aquellos trabajos literarios que la tradición no olvida y que el espectador, aunque en ocasiones no haya leído, sí conoce (Tom Sawyer, La isla del tesoro, Robinsón Crusoe…) Aludimos a aquellas creaciones literarias ensombrecidas, y a veces ignoradas, por la fama de la versión visual; aquellos personajes que nacieron en un libro y crecieron en la pantalla.

Establecer un criterio general que clasifique ambas matizaciones es imposible y lo evidente para unos es inédito para otros; por ello, el juicio seguido en este artículo se basa en mi propio reencuentro en bibliotecas, librerías y bibliografía especializada con los héroes de mi infancia. Hallarlos ha sido como ver la Torre Eiffel en París o Las Meninas en el Museo del Prado y comprobar que la estampa fotográfica que sirvió de guía realmente existe y es algo más que un hermoso papel… tiene alma propia.

La poesía de Milne

Alan Alexander Milne (1882-1956) inspirándose en los juguetes de su hijo Christopher Robin, presenta la historia del “Oso Eduardo, conocido entre sus amigos como Winny el Puff, o simplemente Puff” (más célebre como Winnie the Pooh) y las aventuras del resto de los habitantes del Bosque de los Cien Acres.

Milne juega con el lenguaje y destaca con mayúsculas o cursivas la ironía, las ilusiones y los miedos de todos a través de la ingenuidad de los más pequeños. El mundo de Puff caricaturiza los cánones sociales a través de la protección y sensatez materna de Cangu, la pedantería solemne de Búho, la amistad de Porquete, el pesimismo de Iyoro, la organización burocrática de Conejo, los aires de grandeza de Tigro y la inocencia y -a veces- egoísmo de Winny.

Siguiendo la advertencia de Alison Lurie (1998: 154-164), entre todos componen un “mundo perfectamente seguro”: un universo pequeño y restringido, sin competencia económica o ambición profesional; un lugar donde no hay coches, aviones, radios ni teléfonos y no conocen la guerra, el crimen ni la violencia. Continúa exponiendo Lurie que “cualquier tipo de agresión se limita a la expresión más suave de una broma inocente e incluso entonces resulta como un tiro por la culata”.

Leer a Milne es huir de la realidad y dejarse alcanzar por la poesía, pues como dice el osito Winny: “la Poesía y las Canciones no son cosas que uno atrapa, sino cosas que le atrapan a uno. Y lo único que se puede hacer es ir al lugar donde ellas te puedan encontrar”.

La estrafalaria Pippi

Astrid Lindgren (1907-2002) creó un personaje algo más que extravagante: a través de la rebeldía y el humor de Pippi Calzaslargas, la autora desmitifica convencionalismos ligados a la autoridad, la escuela y las relaciones sociales.

Pippi es una niña de nueve años que vive sola en Villekulla, tiene un caballo en el porche, un monito llamado Mister Nelson y una maleta llena de monedas de oro. Su pelo es del color de las zanahorias y lo lleva recogido en dos trenzas “tiesas como palos”. Calza unos zapatos el doble de grandes que sus pies y en las piernas lleva una media negra y otra marrón. Para asombro y admiración de sus vecinos Tommy y Annika, Pippi hace pastas de jengibre en el suelo de la cocina, toma el té sobre un roble, es una “encuentracosas”, baila la polca con dos ladrones que entran en su casa y salva a dos niños de un incendio.

Los disparates de Pippi asombran por su lógica. Cuando, después de limpiar el suelo, le preguntan por qué no lo seca, contesta que ya se secará solo puesto que “no creo que se constipe”. Después de pasar la tarde juntos, Pippi despide a sus amigos ya que “si os marcháis ahora a vuestra casa, podréis volver mañana. Si no os fuerais, no podríais volver, y eso sería una pena”. Cuando la policía la busca para ingresarla en un hogar infantil, Pippi les contesta que ya vive en uno pues ella es una niña y en su casa no habita ninguna persona mayor.

Una personalidad tan particular como la de Pippi se acerca con mayor complicidad al lector que al espectador. Al respecto, Juan Cervera (1992: 20) indica que la palabra tiene mayor poder evocador que la imagen y afirma que “la ambigüedad inherente a todo texto literario es una llamada muy eficaz a la imaginación del niño. La ilustración, como interpretación plástica única del texto, puede producir efectos precisamente restrictivos”.

El niño que no quiso crecer

James Matthew Barrie (1860-1937) publicó en 1911 una versión novelada de su obra teatral Peter Pan y Wendy. Desde entonces, el niño que no quiso crecer simboliza la eterna infancia; Wendy, la protección materna, la inocencia y la dulzura; el Capitán Garfio, el odio y la envidia; Campanilla, la dualidad entre el bien y el mal; los niños perdidos que viven en cuevas bajo tierra, la muerte prematura de algunos y la isla de Nunca-Jamás, el paraíso de la fantasía.

La vida de Barrie, sus obsesiones, manías y temores están presentes en Peter Pan. El escritor escocés tuvo la habilidad de plasmar en su obra los aspectos más negativos de su personalidad con sensibilidad, poesía, encanto… y mucha imaginación.

Fue un hombre de aspecto aniñado, pequeño de estatura y voz de timbre agudo que siempre le confirió una apariencia mucho más joven. Su carácter fue igualmente infantil y era entusiasta de los juegos y la mímica. Una mañana, paseando con su perro san Bernardo Porthos por los jardines londinenses de Kensigton entabló amistad con unos niños que jugaban acompañados de su niñera. Eran los hermanos Davies y fueron los primeros que escucharon las historias de Peter Pan. Se encontraban a diario y Barrie inventaba para ellos relatos fantásticos de un niño que vivía solo en el parque y hablaba con los pájaros y las hadas. Pronto, Barrie se convirtió en el tío adoptivo de los cinco hermanos Davies y compañero inseparable de juegos y aventuras. Con el tiempo, que parecía pasar para todos excepto para el propio Barrie, las relaciones se distancian y su familia adoptiva se deshace: ambos padres mueren jóvenes, el mayor de los hijos fallece en la Primera Guerra Mundial y el menor -y favorito del escritor- muere ahogado en una alberca en 1921. Antes de morir, Barrie cedió los derechos de Peter Pan a un hospital infantil de Londres. Su amor por los niños ha llegado hasta nosotros a través de uno que nunca quiso crecer.

Peter Pan nos contó que las golondrinas hacen sus nidos en los aleros de las casas para escuchar los cuentos y que las hadas nacen cada vez que un recién nacido se ríe por primera vez. Gracias al romanticismo de Barrie, los niños encuentran en la tierra de Nunca-Jamás un rincón para la imaginación y los adultos un refugio donde olvidar normas y obligaciones.

La vida en el bosque

Empleando terminología actual, Bambi es un “relato ecológico” que, a partir de la evolución del cervatillo hasta venado adulto, narra la vida y la muerte en el bosque: el sufrimiento, la supervivencia, las desigualdades, los peligros, el amor, la autosuficiencia, la relación con el hombre y -principalmente- la soledad.

El austriaco Félix Salten (seudónimo literario de Siegmund Salzmann) (1869-1945) eligió el bosque como escenario predilecto en sus relatos y se convirtió en un escritor especializado en historias de animales. Estructurado cronológicamente en torno a las cuatro estaciones, el mundo animal de Bambi es -como indica Seve Calleja en el apéndice literario de la edición de Espasa Calpe (2000: 210)- “reflejo de la conducta de los seres humanos, de ahí que mirarse en los animales enseñe al hombre a conocerse mejor a sí mismo”.

Salten no conoció la fama hasta que, tres años antes de morir, Disney recreara en dibujos animados la historia del cervatillo que aprendió la enseñanza del Gran Príncipe: “hay que vivir solo”.

El osito Winny, Pippi Calzaslargas, Peter Pan y Bambi son sólo algunos, atrás nos hemos dejado El libro de la jungla y Capitanes intrépidos de Rudyard Kipling, Mary Poppins de Pamela Travers, Heidi de Juana Spyri, Sandokán de Emilio Salgari, De los Apeninos a los Andes de Edmundo de Amicis, Tarzán de Edgar Rice Burroughs, Orzowei de Alberto Manzi, Mujercitas de Louisa May Alcott, Maya, la abeja de Waldemar Boncels, Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carrol, El mago de Oz de Frank Baum, Ana de las tejas verdes de Lucy Maud Montgomery, Pinocho de Carlo Collodi…

Conclusión

Teniendo en cuenta el actual protagonismo de la imagen, sería absurdo e inútil enfrentarse a ella considerándola enemiga de la lectura; muy al contrario, el atractivo de las versiones cinematográficas o televisivas de algunos productos literarios puede estimular en el espectador el deseo de ser también lector que profundice en el alma de unos personajes que nacieron en cuna de papel y crecieron en la pantalla.

Bibliografía:
BARRIE, J. M. (1994): Peter Pan y Wendy. Barcelona, Editorial Juventud.
CERVERA, J. (1992): Teoría de la literatura infantil. Bilbao, Ediciones Mensajero.
LINDGREN, A. (2001): Pippi Calzaslargas. Barcelona, Editorial Juventud.
LURIE, A. (1998): No se lo cuentes a los mayores. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
MILNE, A. A. (1989): El mundo de Puff. Madrid, Anaya.
SALTEN, F. (2000): Bambi. Madrid, Espasa Calpe.

Rocío Gil Álvarez
Formadora especializada en Literatura Infantil

1 comentario en “Cuna de papel

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