Entrevista a Fernando Alonso

Fernando AlonsoNo creo que un autor de este calibre requiera muchas presentaciones, y no las vamos a hacer porque suponemos que todos le conoceréis. Unicamente decir que, a pesar de su veteranía (en el buen sentido de la palabra, claro) Fernando sigue en la brecha. Recientemente podemos ver en las librerías varias reediciones de sus obras. Una de ellas, magnífica, de su mejor libro, pero no el más conocido, El misterioso influjo de la barquillera, en Anaya, con unas preciosas ilustraciones de Emilio Urberuaga (sin olvidar por supuesto, los dibujos nolvidables de Tino Gatagán para la primera edición de este libro, publicado en 1985 por Miñón). Para todos los que no lo hayan leido aún, os lo aconsejamos especialmente; no tiene desperdicio.

También se ha reeditado una edición corregida de El bosque de piedra, uno de sus libros más conocidos, en Espasa, y otra reedición de El víejo reloj en La Gaviota, que también recuperó recientemente textos tan destacados como El duende y el robot y El hombrecillo de papel.

Una pregunta obligada: escritor veterano, y profesional de la televisión, en espacios culturales, además. ¿no se siente uno como luchando en dos bandos contrarios?

No. Porque en todo momento he conseguido separar mi trabajo profesional de mi actividad como escritor; y nunca he considerado mi actividad de escritor como un trabajo o una profesión. A lo largo de mi vida profesional he tenido tres trabajos: en el campo editorial, en la organización y gestión de actividades culturales y en la televisión. Siempre tuve muy claro que estos trabajos significaban tan sólo una ocupación necesaria que me permitía no tener que depender de los derechos de autor para vivir. De esta forma, alcanzaba la situación ideal: poder escribir lo que quisiera, como quisiera y cuando quisiera. Debo aclarar que, en cada uno de estos trabajos he puesto mi mayor entusiasmo y mis mejores capacidades, en la misma medida en que se me ofrecieron las posibilidades de hacerlo.

Me gustaría precisar que la televisión es tan sólo un medio de comunicación, y como tal, no es competitivo, sino complementario. No debiera, por tanto, plantearse la relación televisión-libro y lectura como una polémica. Yo nunca lo he visto como una lucha excluyente; ambos pueden, y dében, coexistir. No he sentido este trabajo como una lucha en bando contrario, quizá porque apenas he escrito para televisión. Sólo para algún programa especial y, durante un periodo breve de tiempo cuando fui responsable de la asesoría de libros y literatura en un programa cultural. En los 27 años que he trabajado en TVE, mi actividad se desarrolló principalmente en el ámbito de la dirección de programas y en la programación; en los últimos años he trabajado dentro del área de documentales de la segunda cadena de TVE. He tenido la suerte de estar casi siempre involucrado en programas de carácter cultural y esto me ha librado de la previsible contaminación que se hubiera derivado de trabajar en programas de cotilleo, “reality show” o cualquier otro tipo de programas basura.

En uno de tus cuentos, un niño decide ponerse a escribir para que permanezca aquello que se inventa, y no se lo lleve el viento o las olas del mar. ¿Es ese tu motivo?

Las cosas nunca se hacen por un solo motivo. Yo al menos no lo entiendo así. Sin duda, escribo por inumerables razones: para aclarar mis ideas; para comprender mejor el mundo que me rodea; para conocerme mejor a mi mismo; para trazar un boceto ideal del mundo en el que me gustaría vivir; para comunicárselo a los demás; para tratar de contagiar a los demás el amor al libro y la lectura; para hacer sentir al lector que se encuentra en un ámbito de participación personal y de libertad creativa; para prestar mis ojos y mi voz a aquellos que no tienen tiempo de pararse a considerar todas estas cosas; para sugerir que debemos buscar entre todos una sociedad más libre, más justa y más feliz… Cuando por éstas, y otras muchas razones, una persona decide crear una obra artistica busca el medio que aporte durabilidad a esa obra; en el caso del escritor, su publicación en forma de libro. Quizá en el fondo, todos los creadores, de una manera más o menos consciente, desean burlar al tiempo dejando huellas de su paso por este mundo.

¿Cuáles fueron sus primeras influencias en el terreno de la literatura?

Para hablar de influencias uno debe remontarse a los origenes. En mi caso, tuve la suerte de que esos orígenes fueran las canciones que me cantaron y los cuentos que me contaron en mi infancia; es decir, toda una serie de “obras escritas en el viento”, en el viento de la palabra y en el viento del amor. Quizá por eso, la literatura de tradición y de transmisión oral suele estar presente en mi obra. Después de esto, la lista de primeras influencias interminable. Para no escaparme de la pregunta sin citar nombres, mencionaré aigunos: Las mil y una noches, Jonathan Swift, la novela picaresca, Quevedo, Larra, Poe, Stevenson, Kafka, Camus, Borges y León Felipe. Todas estas lecturas me han ayudado, me han animado, a emprender mi propia aventura literaria. Lo que sucede es que, a partir de ese momento, uno debe saber apartarse pronto de sus huellas para no perecer en la aventura; debe encontrar y seguir su propio camino creativo, como he tratado de relatar en mi obra El misterioso influjo de la barquillera. Todos los libros que he leído a lo largo de mi vida me han ayudado a agrandar la mirada y el espíritu; me han enseñado a mirar en profundidad y a valorar los pequeños detalles. Cuando uno mira en profundidad y valora los pequeños detalles, la realidad se magnificar se llena de vida y de plasticidad y nos desvela los múltiples significados que encierra.

En Un castillo de arena cuentas el proceso de edición de un libro de tal modo que recuerda al crecimiento de un híjo, desde que aún requiere de tus cuidados, hasta que acaba en las librerías, y ya es independiente de ti. ¿De qué libro te dolió más separarte?

Me duele separarme de mis libros porque sé que, en el mismo momento en que se publican, dejan de pertenecerme y pasan a ser propiedad de los lectores. Durante un aíío, o más, cada libro constituye una de las partes mas importantes de mi vida. Vivo y me desvivo en ellos, sueño con ellos, siento y respiro con ellos; son mi juguete privado durante todo ese tiempo. Quizá el libro del que más trabajo me costó desprenderme fue el libro que más me costó llegar a publicar: El hombrecito vestido de gris. Lo tuve conmigo, de forma exclusiva, durante cinco años; por eso lamenté más separarme de él. Pero tuvo, y sigue teniendo, muy buena fortuna; esto me hace pensar que ese dolor y esa separación han merecido la pena.

En sus obras se nota una crítica especial a ciertos modos de vida que coartan la imaginación y la libertad del individuo. ¿Hasta qué punto cree que un escritor ha de sentirse comprometido?

Yo pertenezco a la vieja escuela que defiende el compromiso social del escritor. Estoy habituado, por formación y costumbre, a detenerme en la contemplación del mundo que me rodea, a analizarlo a través del tamiz de mis ideas, de mis convicciones y de mis sentimientos; de tratar de descubrir las múltiples opciones que se nos presentan y de escoger entre ellas. Yo me considero en la obligación de transmitir a los lectores la convicción de que ellos deben hacer lo mismo que yo hago. Me considero en la obligación de levantar mi voz allí donde otros no pueden, o no quieren, hacerlo.

Hay libros infantiles actuales que no se distinguen demasiado de aquellas lecturas pedagógicas que leían los niños hace cincuenta años. En cambio, tus libros suelen tratar temas comprometidos sin caer en la simplicidad. ¿Qué opinas de inculcar a los niños esos valores a través de mensajes directos, que apenas dan importancia al aspecto narrativo?

Estoy radicalmente en contra de tratar de inculcar valores e ideas mediante mensajes expliticos y directos. Se trata de una forma de paternalismo que aborrezco. Creo que la literatura no es el lugar más apropiado para hacerlo; ya que supone una forma de limitar la libertad del lector para llevarle a unas conclusiones determinadas. Me gusta inducir a que el lector piense, no decirle qué es lo que debe pensar. Yo pretendo crear obras, de estructura y planteamiento abiertos, en las que se propicie una interpretación libre y múltiple

Después de tantos años, sigues publicando nuevos libros. ¿Ha cambiado tu forma de entender la literatura infantil desde que comenzaste a escribir?

Creo que no ha cambiado en sus aspectos esenciales desde que, en 1973, comencé a escribir El hombrecito vestido de gris. En cada una de mis obras trato de buscar planteamientos nuevos que la diferencien de las anteriores. A veces pienso que siempre estoy escribiendo la misma obra. Que es como aquellos viejos rompecabezas, El hombrecito vestido de gris con piezas en forma de cubo, que encerraban diferentes posibilidades de combinarse entre ellas. Creo que todos tenemos nuestro propio rompecabezas; y nuestro mayor reto consiste en conseguir que sus piezas contengan y sugieran el mayor número de imágenes y de posibles lecturas diferentes, nuevos libros.

Muchos de tus personajes responden al esquema de niño lector, imagínativo, alejado en parte de los demás… ¿Has sacado estos personajes de tu propia niñez?

No exactamente. En mis obras no trato de reproducir el recuerdo de mi infancia. No me interesa ser notario de una realidad presente o lejana. Lo que a mí me interesa es crear mundos y personajes que me ayuden a comprender mejor el mundo que me rodea. Ciertamente son mundos y personajes cuyo referente fundamental es la realidad; por eso acudo, muchas veces, a recuerdos de infancia y a motivaciones de mi realidad presente, estos ingredientes aportarán mayor credibilidad al relato. Me aburre tratar de hacer retratos fieles de personas de carne y hueso. Lo que a mí me divierte es mezclar ingredientes reales con ficciones imaginarias; construir personajes de papel y tinta y llenarlos de vida, de suerte que el lector los vea como personajes de carne y hueso; de suerte que el lector pueda llegar a pensar que estoy narrando mi propia vida, mi propia infancia. Ciertamente yo fui un gran lector y un niño muy imaginativo. Pero esto no significó en modo alguno que estuviera alejado de los demás. Tenia una gran facilidad para hacer amigos; creo que sigo siendo una persona bastante sociable, que tiene la suerte de contar con buenos amigos. Tengo la suerte añadida de que algunos de mis buenos amigos los he conseguido a través de mis libros.

¿Cuál es tu diagnóstico respecto al estado de salud de la literatura infantilyjuvenil en España, en todos sus ámbitos?

Creo que en estos momentos se edita más y mejor que nunca; pero esta afirmación no signífica una valoración positiva. Después de grandes esfuerzos por parte de muchas personas involucradas en la misma aventura, se consiguió introducir la literatura para niños en el medio escolar. Esto significó, entre otras cosas, la apertura de un mercado nuevo, amplio y seguro. Las editoriales, con mayor o menor criterio, se han lanzado a explotar este mercado. Esto me parece una aspiración justa y legítima, siempre y cuando no vaya en contra del principio de calidad, irrenunciable, por el que tanto habíamos luchado. Hace unos meses, en una Mesa Redonda organizada por la Universidad de Castilla la Mancha en Cuenca, manifesté algunas preocupaciones: “Me preocupa que se haya bajado el nivel de calidad de los textos; debido, quizá, al gran número de colecciones y de títulos publicados cada año. Me preocupa que los departamentos comerciales de las editoriales tengan capacidad decisoria sobre líneas y ritmo de publicacin. Me preocupa que la moda “light” haya irrumpido en el mundo del libro; y no con el criterio de “levedad” que defendía Italo Calvino; sino a través de libros facilones y simplemente graciosos, libros de usar y tirar. Me preocupa que las “novedades” sean el criterio predominante de promoción y no se contemple, como objetivo prioritario, la formación de un buen fondo de catálogo. Me preocupa mucho la escolarización de las obras literarias; que, directa o indirectamente, desde el medio escolar se demanden libros complementarios de las actividades del aula.”

¿Cuál de los ilustradores con los que has trabajado crees que se ajusta más a tu estilo, o de cuál de ellos te sientes más satisfecho?

En España contamos con un excelente plantel de ilustradores; pero no pueden establecerse comparaciones. Cada libro requiere un tipo de ilustración y el secreto está en buscar en cada momento, y en la medida de lo posible, la persona más adecuada que quiera adentrarse a explorarlo, que se entusiasme con ese viaje de exploración, que haga suyo ese mundo recién descubierto y se lo cuente a los demás según su propia versión de las cosas. El ilustrador debe de ser coautor de la obra; es el primer lector y quien tiene la posibilidad de ofrecer una visión personal, complementaria y enriquecedora del libro. Cuando uno abre un libro ilustrado salta a la vista, de inmediato, si el ilustrador actúa como artista, participando en la aventura de recrear la historia, de implicarse en la creación de un mundo o, simplemente, se ha limitado a la labor artesanal de incorporar imágenes a un texto literario. Yo he tenido la suerte de contar, casi siempre, con ilustradores e ilustradoras que han sido recreador y co-autores de mis libros.

Parece que hoy en día los niños prefieren otros entretenimientos antes que la lectura. ¿Crees que hay algún medio de solucionar esto, o la literatura infantil es algo que sólo leerán en elfuturo los adultos?

Animar a la lectura, descubrir las expectativas gratificantes que encierra un libro, contagiar la afición por la lectura no es tarea fácil. Se trata de un proceso lento que debe iniciarse en la primera infancia con esas canciones y cuentos narrados a los que antes aludia. Yo recomendaría también que siempre haya un libro en cada cuna compartiendo espacio con el sonajero y los primeros juguetes. Luego, se pasaría a los libros que los padres leen a sus hijos, en donde el ritmo de palabras y las historias acompaña al ritmo de unos momentos de intimidad placentera compartida con los padres. Finalmente los padres deberían poner al alcance de sus hijos los libros que pudieran interesarles, cuando éstos ya sean capaces de leerlos por sí mismos. Todo este proceso debería ir acompañado de la visión de unos padres que tienen por costumbre leer libros. Este seria el proceso ideal para que los niños se contagien de la afición por la lectura. Ahora volvamos a la realidad, a la dura realidad. Cuando los niños no tienen la posibilidad de contraer la afición por la lectura en su entorno familiar, deberán esperar a contraerla en el medio escolar. Pero, para que esto sea posible, es preciso que tengan la suerte de encontrar profesores amantes de la lectura que puedan transmitirles esta pasión. Ese es el secreto; no existen fórmulas ni recetas mágicas. Un profesor que no ame la lectura podrá obligar a leer libros, pero nunca logrará transmitir el hábito de la lectura. Ahora, nnos trasladamos a ese futuro hipotético que planteas en el que la literatura infantil sea algo que sólo leerán los adultos. En ese caso, yo no lo vería como una situación de carácter definitivo. Lo verla como una situación transitoria muy esperanzadora. Sé que cuando un adulto se convierte en un buen lector de literatura para, niños y jóvenes se convierte, al mismo tiempo, en un buen difusor, en un buen contagiador de la afición por la lectura. Estaríamos, pues, en el inicio de una etapa llena de esperanza.

1 comentario en “Entrevista a Fernando Alonso

  1. iria
    23/10/2008 a las 20:35

    la entrevista cro que esta muy bn pero tembn creo q se podrian hacer mas resumidas para chicos o chicas q necesitan hacer una sobre el en poco espacio bso

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